¿Da vergüenza decir que se vota PSOE en Andalucía?

Si la victoria electoral del PP de Javier Arenas en Andalucía en unas elecciones autonómicas se hubiera producido hace ocho años, hoy estaríamos hablando de un hito histórico y al presidente de los populares lo sacarían bajo palio esta Semana Santa por las calles de Andalucía. Pero los tiempos políticos son así de crueles y lo que ha sido una victoria sin precedentes (50 diputados PP y 47 PSOE) es hoy un fracaso monumental. Los que somos andaluces, hemos trabajado y vivimos a tiempo parcial en esta Comunidad, sabemos el mérito que tiene ganar al PSOE en un territorio hostil para el centro derecha, a la que, parece mentira, todavía hay gente que la ve subida en un caballo y, paradójicamente, esa misma gente aplaude a los nuevos señoritos de izquierda que le han quitado el dinero de su desempleo y se lo han gastado en cocaína, mariscada y otras corruptelas de las que habrá que seguir hablando, gracias a la juez Mercedes Alaya, verdadera líder de la oposición en Andalucía.

Yo entiendo las lágrimas que se derramaron esa noche en la sede del PP de la calle San Fernando de Sevilla y como a Javier Arenas le quedaron fuerzas para animar a los suyos, desolados por no haber podido saborear hasta el final la miel del triunfo de una mayoría absoluta que, realmente nunca existió, más allá de unas encuestas que han resultado ser una farsa. Esa es la verdad, fue un espejismo alimentado por un deseo de cambio que no era mayoritario. Y Javier lo sabía, y así lo hablamos un día cuando yo le decía que “tenía que ver, no la victoria del PP, sino que gobernara”, a lo que me respondió: “Y yo también”. Los que venimos de allí, sabíamos que no era tan fácil.

La realidad no es otra que en Andalucía parece que hay gente que públicamente le da vergüenza decir que votará al PSOE. Y yo lo entiendo. No es posible que los andaluces aplaudan la corrupción que ha devastado a esta Comunidad Autónoma en los últimos años. No es posible que les parezca bien que algunos políticos del PSOE repartan el dinero de los parados entre los suyos y los jubilen con una pasta, que es de todos, sin haber trabajado.

Y que nadie me diga que no es así porque yo he visto muchas cosas. Todavía conservo las facturas de las comilonas de algunos socialistas en los mejores restaurantes de Sevilla; las sentencias judiciales que ponen de patitas en la calle a las señoras de socialistas ilustres, como el ex alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, porque las habían enchufado pasándose por el foro a los ciudadanos honestos que opositaban limpiamente por un trabajo. Y también esposas de consejeros enchufadas, que luego venían al periódico pidiendo “árnica” para que ocultáramos sus tropelías.

Yo he visto al hermano del ex presidente Chaves montando empresas a las que se le adjudicaban, un día sí y otro también, contratos a manos llenas. Y como nos amedrentaban a los periodistas y nos intimidaban.

Como he visto tanto, no me creo que mi gente los apoye. Pero sí me creo la teoría del miedo que ha propagado la izquierda de que si llega el centro derecha se quedarán sin nada, sin subsidios, sin sanidad, sin colegios y en la indigencia. ¡Qué más indigencia que ser una de las Comunidades de España con más paro y mayor retraso educativo!

Pero el pueblo ha votado, y hay que respetarlo. Mi Andalucía quiere este régimen, eso es así. Pero ya no valen los lamentos, ni los “quejíos” amargos por la falta de trabajo y de desarrollo económico. Los que nos han llevado hasta aquí, parece que volverán a gobernar, que sean a ellos a los que le pidan cuentas.

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