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El sistema inmune, implicado en el deterioro cognitivo

El sistema inmune, implicado en el deterioro cognitivo
Pilar Quijada el

Una molécula relacionada con el sistema inmune que se transmite a través de la sangre podría estar detrás del deterioro cognitivo asociado a la edad y la pérdida de memoria. Al parecer, aumenta en abundancia a medida que envejecemos, bloquea el nacimiento de nuevas neuronas y promueve el deterioro cognitivo, según un estudio de la Universidad de California en San Francisco y la Facultad de Medicina de Stanford publicado en Nature Medicine.

La molécula en cuestión, conocida como beta-2 microglobulina, o B2M, es un componente del complejo mayor de histocompatibilidad de clase I (MHC-I), perteneciente al sistema inmune y que desempeña un papel importante en el reconocimiento de lo propio y lo extraño al organismo,y está implicado tanto en la lucha contra los patógenos como el rechazo a los trasplantes de órganos y tejidos. El complejo B2M-MHCI está presente en todas las células del cuerpo, excepto los glóbulos rojos y células plasmáticas, y cada vez más estudios apuntan a que puede también actuar en el cerebro de una manera no relacionada con la inmunidad. Entre esas funciones no “tradicionales” estaría la de guiar el desarrollo del cerebro, el establecimiento de comunicación entre las células nerviosas e incluso aspectos relacionados con el comportamiento. De momento se desconoce cómo esta microglobulina lleva a cabo esas importantes funciones relacionadas con el cerebro.

“Puesto que B2M aumenta con la edad, tanto en la sangre como en el cerebro, lo que queremos saber es la contribución del sistema inmunológico sobre la cognición y su papel en la función nerviosa”, indican los investigadores. La beta-2 microglobulina, según los investigadores, podría estar detrás del deterioro cognitivo asociado a la edad y de la disminución del nacimiento de nuevas neuronas en el cerebro (neurogénesis) en regiones importantes para la memoria, como el hipocampo. La disminución de la neurogénesis se ha relacionado en roedores con un peor aprendizaje y orientación espacial.

En mayo de 2014, un trabajo de los equipos de Saul Villeda y Tony Wyss-Coray, de la Universidad de Stanford, apuntaba a que la sangre joven podía contener el elixir de la eterna juventud. Los investigadores demostraron que al conectar el sistema circulatorio de un ratón joven al de otro viejo, mediante un procedimiento denominado parabiosis, se podría revertir la disminución de la capacidad de aprendizaje que normalmente experimentan los ratones al envejecer.

En el transcurso de su investigación sobre la “sangre joven”, sin embargo, los investigadores observaron un efecto contrario: la sangre de los animales más viejos parecía contener “factores pro-envejecimiento” que inhiben la neurogénesis y que a su vez puede contribuir al declive cognitivo.

En la nueva investigación publicada hoy en “Nature Medicine”, estos dos autores (Villeda Wyss-Coray) unen de nuevo sus fuerzas para dar seguimiento a estos resultados, así como llevar a cabo una serie de estudios que correlacionan los altos niveles sanguíneos B2M con la disfunción cognitiva en la enfermedad de Alzheimer y la demencia asociada al VIH.

Estos investigadores ya habían demostrado que los niveles de B2M se elevan progresivamente a medida que aumenta la edad en ratones, y que son también más altos en ratones jóvenes cuyo sistema circulatorio se une al de un ratón viejo, mediante parabiosis. Estos resultados se confirmaron en humanos, en los que los niveles de B2M aumentaron también con la edad, tanto en la sangre como en el líquido cefalorraquídeo (LCR) que baña el cerebro.

Y cuando B2M se administraba a ratones jóvenes, ya sea a través del sistema circulatorio o directamente en el cerebro, perdían destreza en las pruebas de aprendizaje y memoria en comparación con los ratones no tratados. Además, la neurogénesis también se suprimía en estos ratones.

Estos experimentos se complementan con los realizados en ratones manipulados genéticamente para carecer de un gen conocido como Tap1, que es crucial para que el MHC complejo I esté presente en la superficie de las células. En estos casos, como no hay MHC, la administración de B2M en ratones jóvenes no tiene efectos negativos significativos en la destreza de los animales en las pruebas de aprendizaje o sobre la neurogénesis.

Como comprobación adicional, los investigadores criaron ratones a los que les faltaban el gen que produce la B2M. Estos ratones tuvieron un mejor resultados que sus equivalentes normales en las pruebas de aprendizaje en la vejez, y sus cerebros no mostraron la disminución de la neurogénesis típicamente observada con la edad.

Un dato interesante, resalta Villeda es que los efectos perniciosos sobre el aprendizaje observados de B2M parecen ser reversibles: 30 días después de las inyecciones de B2M, los ratones tratados recuperaban su habilidad y realizaban las pruebas tan bien como los no tratados. Esto apuntaría a que el deterioro inducido por B2M en los seres humanos podría ser tratado con medicamentos dirigidos a esa molécula y tal vez corregido.

“Desde una perspectiva translacional, estamos interesados en el desarrollo de anticuerpos o moléculas pequeñas dirigidos a esta proteína”, resalta Villeda. “Puesto que B2M aumenta con la edad, en la sangre, el líquido cefalorraquídeo y también en el cerebro, habría múltiples vías terapéuticas para inactivar a esta proteína”, concluye.

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