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Blogs Cosas del cerebro por Pilar Quijada

El exceso de grasas y azúcares deteriora la función cognitiva

El exceso de grasas y azúcares deteriora la función cognitiva
Pilar Quijada el

Las dietas con alto contenido en grasa y/o azúcar, provocan cambios en las bacterias intestinales que se relacionan con una pérdida significativa de la “flexibilidad cognitiva”, o lo que es lo mismo, la capacidad de adaptarse a las situaciones cambiantes del mundo en que vivimos, según un estudio de la Universidad Estatal de Oregón. Este efecto fue más acusado en la dieta alta en azúcar, que también mostró un deterioro del aprendizaje temprano, tanto en la memoria a largo plazo y la memoria a corto plazo.

Los hallazgos, que se han publicado en la revista “Neuroscience están en la línea de otros estudios que destacan el impacto de grasa y el azúcar sobre la función cognitiva y el comportamiento, y sugieren que algunos de estos problemas pueden estar relacionados con la alteración, debido a la dieta, del conjunto de bacterias que viven en nuestro sistema digestivo, o microbioma, también conocido como flora intestinal, compuesto por unos 100 billones de microorganismos.

La investigación sobre el microbioma y su interacción con los diversos órganos, incluyendo el cerebro, está ganando cada vez más impulso. Durante mucho tiempo la microbiología y la neurociencia han llevado caminos independientes. Sin embargo, las nuevas técnicas de secuenciación y el interés creciente por el papel del genoma de la flora intestinal (o metagenoma) no solo en el funcionamiento del organismo, sino en el comportamiento y el estado de animo, están llevando a estas dos disciplinas a aproximarse.

“Es cada vez más claro que nuestras bacterias intestinales, o microbiota, pueden comunicarse con el cerebro”, explica Kathy Magnusson, de la Facultad de Medicina Veterinaria e investigadora principal del estudio. “Las bacterias pueden liberar compuestos que actúan como neurotransmisores, estimulan los nervios sensoriales o el sistema inmune y afectan a una amplia gama de funciones biológicas”, añade. “No estamos seguros exactamente del contenido de esos mensajes, pero estamos siguiendo por las rutas y sus efectos.”

La investigación se realizó con ratones de laboratorio que consumieron diferentes dietas. Después tenían que llevar a cabo una serie de pruebas, como la del laberinto de agua, para monitorear los cambios en su función mental y física, y los impactos asociados sobre diversos tipos de bacterias.  Los ratones han demostrado ser un buen modelo para los seres humanos, en cuestiones como el envejecimiento, la memoria espacial o la obesidad aclara Magnusson.

En esta investigación, después de sólo cuatro semanas en un alto contenido de grasa o una dieta alta en azúcar, el rendimiento de los ratones en varias pruebas de función mental y física comenzó a caer, en comparación con los animales que recibían una dieta normal. Uno de los cambios más pronunciados se encontraba en lo que los investigadores llaman la flexibilidad cognitiva.

“El deterioro de la flexibilidad cognitiva en este estudio fue bastante fuerte”, explica Magnusson. “Pensemos en el camino de vuelta a casa que solemos seguir a diario, una ruta que nos resulta muy familiar. Si un día la carretera está cerrada, hay que encontrar un camino alternativo para volver a casa.”

Una persona con altos niveles de flexibilidad cognitiva se adaptaría de inmediato al cambio, determinaría el mejor camino a casa alternativo, y se acordaría de usar la misma ruta a la mañana siguiente, sin muchos problemas. Pero si la flexibilidad está deteriorada, ese “reajuste” podría significar un largo, lento y estresante camino de vuelta a casa.

Este estudio fue realizado con animales jóvenes, que es de esperar que tuvieran un sistema biológico más saludable y capaz de resistir las influencias patológicas de su microbiota. Los resultados podrían ser aún más pronunciados con los animales de más edad o los seres humanos con los sistemas intestinales comprometidos, advierte Magnusson.

Lo conocida como “dieta occidental”, o alimentos con alto contenido de grasas, azúcares y carbohidratos simples, se ha relacionado con una serie de enfermedades crónicas en los Estados Unidos, incluyendo la epidemia de obesidad y un aumento de la incidencia de la enfermedad de Alzheimer.

“Sabemos de hace tiempo que el exceso de grasa y azúcar no son buenos”, explica Magnusson. “Este trabajo sugiere que la grasa y el azúcar están alterando nuestros sistemas bacterianos, y eso es una de las razones por las que esos alimentos no son buenos para usted. No es sólo que la comida podrían estar influyendo en la salud del cerebro, sino que podría tratarse de una interacción entre la comida y los cambios en la flora microbiana”, concluyen.

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