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Blogs Cosas del cerebro por Pilar Quijada

El circuito moral del cerebro

Pilar Quijada el

Un alcalde corrupto, una trama inmobiliaria, un ex policía que a toda costa quiere desenmascararle… Una película, “La trama”, en la que la ambición por el poder y el dinero muestran el lado más oscuro, pero no más infrecuente, de la naturaleza humana. Tan real como la vida misma. Un estudio publicado en PNAS hace unos meses asegura que las personas de estatus social elevado son más propensas a cometer actos poco éticos que el resto de la gente. Y eso a pesar de que la moralidad es innata al cerebro humanoQuedar sin castigo en sus acciones o que estos sean leves, en relación a su poder adquisitivo, hace que tengan tendencia a repetir su conducta.

Russell Crowe da vida a Nicholas Hostetler, un alcalde corrupto al que no le tiembla el pulso a la hora de “apartar” cualquier obstáculo que le impida satisfacer su ambición. Y la ambición desmedida es precisamente, según un estudio aparecido hace un año en PNAS, la que hace que las personas de clase social alta o con mayor poder adquisitivo tengan una mayor tendencia que el resto de la gente a cometer actos inmorales.

Los investigadores, pertenecientes al Departamento de Psicología de la Universidad de California y a la Escuela de Negocios de la Universidad de Toronto, hacen un retrato nada favorecedor de las personas con elevados ingresos y estatus social. Liderados por Paul K. Piff, aseguran que su abundancia de recursos y elevado estatus les permiten incrementar su libertad e independencia, tener comportamientos más individualistas y ser menos generosos y altruistas. Aunque aclaran que siempre hay “notables” excepciones, argumentan que todo lo anterior les lleva a saltarse las normas con más frecuencia.

Desde no respetar el código de circulación, tomar decisiones poco éticas, aprovecharse de los bienes de los demás, mentir en las negociaciones, hacer trampas para lograr un premio o ascender en el trabajo de forma poco ortodoxa. “Por ejemplo, la crisis económica se ha atribuido en parte a las acciones poco éticas de las personas con grandes fortunas”. Ya lo decían Platón  y Aristóteles, la ambición desmedida está en la base de la inmoralidad, recuerdan los investigadores. Y las personas motivadas por una ambición desmedida no dudan a la hora de abandonar los principios morales  para conseguir sus propios intereses.

Recompensa y castigo

¿Y por qué, si a la mayoría nos remuerde la conciencia cuando hacemos algo mal, incluso aunque sea pequeño, a estas personas no? Son muchas las razones que lo explican. Entre ellas, que nuestro cerebro tiende a repetir las conductas recompensadas y a evitar las que se castigan. Y si alguien se salta una norma y no sufre ninguna consecuencia negativa, o el castigo es mínimo, frente a las ganancias obtenidas, esa conducta queda archivada como conveniente y tiene más posibilidades de repetirse en futuras ocasiones.

Además, cuando se dispone de recursos económicos suficientes, es fácil asumir los costes de las acciones poco éticas. Con un ejemplo a “pie de calzada”, es fácil entender que una multa de 100 euros por exceso de velocidad, o una cantidad inferior por aparcar de forma indebida, pueden castigar la economía par ala mayoría de los ciudadanos pero es insignificante para las clases de elite. La película “El Fraude”, dirigida por Nicholas Jarecki y protagonizada por Richard Gere, Brit Marling, Tim Roth, Susan Sarandon, lo ilustra muy bien. Incluso las mayores imprudencias o los actos criminales, pueden perder importancia o ser endosados a terceros a cambio de dinero.

Otra razón más para explicar la impunidad de las acciones inmorales a determinados niveles es el hecho de que hay una moral descriptiva, que tiene normas diferentes en cada sociedad o incluso en cada grupo social, y que dicta lo que está bien y lo que está mal. Y algunos grupos por su educación pueden estar entrenados para centrarse en logros económicos y en sus propios intereses minimizando los de los demás, valorando más su bienestar que el del resto de las personas.

Por cierto, que en dilemas como el “Juego del Ultimátum“, las personas tienden a castigar a quienes tienen un comportamiento socialmente injusto. Incluso aunque conlleve un autocastigo. Lo refleja muy bien la trama, cuando el detective Taggar no duda en arriesgar su propia libertad para hundir al alcalde.

Desarrollo moral

Hay, además, una moral universal normativa, que establece qué acciones son correctas y cuáles moralmente rechazadas por la mayoría de las personas. En 1968 el psicólogo estadounidense Lawrence Kolhberg estudió el desarrollo del juicio moral. Encontró que había una moral preconvencional, que va de los 4 a 10 años, en la que las normas se cumplen para evitar castigos, obtener recompensas o en porque aportan algún beneficio.

Una segunda etapa convencional, basada en el “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran” y la obediencia casi ciega a las normas. Finalmente un tercer estadío postconvencional, en la que las leyes que comprometen los derechos humanos o la dignidad son consideradas injustas y merecen un desafío.

Además, las personas más avanzadas, tienen una moral autónoma, es decir, que definen el bien basándose en normas abstractas de justicia y respeto por todos los seres humanos que trascienden cualquier ley o contrato social. Según Kolhberg, sólo el 25% de los adultos llegan al nivel posconvencional y de éstos sólo el 5% logran tener una moral autónoma. El resto se quedan en la obediencia ciega, sin cuestionar nunca las normas.

Por cierto, sus teorías sobre el desarrollo moral, las basó Kolhberg en el dilema de Heinz, en el que se plantea la situación de un hombre que no tiene dinero para hacer frente a los gastos farmacéuticos del tratamiento de su esposa, que padece cáncer. ¿Debe obtener el tratamiento aunque para ello deba saltarse las normas? Sólo uno de cada cuatro adultos entendía que la vida y el derecho a la salud son principios universales que deben estar por encima de los intereses económicos.

El cableado ético del cerebro

Nuestro cerebro ha evolucionado para tener un comportamiento ético (en la mayoría de las personas). Lo explica Patricia Churchland en su libro “El cerebro Moral“, editado por Paidós. Nuestro cerebro moral estaría situado en la corteza prefrontal ventromedial, una zona adyacente sobre las órbitas de los ojos y otra región próxima situada en posición dorsolateral. Más o menos en la porción de corteza que queda detrás de la frente, justo donde nos llevamos la mano cuando algo se nos olvida o nos equivocamos. La amígdala, la ínsula y el estriado, estructuras situadas en la vecindad de las anteriores, también están implicados es discenir lo que es ético y lo que no.

Las zonas de la corteza frontal son las encargadas de unir la moral con el valor emocional de los eventos sociales, anticipar consecuencias, en el desarrollo de lo que llamamos empatía y en captar las intenciones de otras personas. La zona situada sobre las órbitas de los ojos, la corteza órbitofrontal, media las respuestas aversivas, da flexibilidad del comportamiento de acuerdo con los resultados de nuestras acciones y se encarga también de inhibir las conductas impulsivas o automáticas dictadas por la amígdala en respuesta a las amenazas, incluidas las sociales y psicológicas. El análisis moral se lleva a cabo en la zona situada encima de la frente, en la corteza prefrontal dorsolateral.

La corteza prefrontal ventromedial (en la zona central de la frente) se activa, en los estudios de Resonancia magnética funcional, cuando hacemos juicios morales o cuando vemos fotos que hacen referencia a emociones sociales como la solidaridad, la justicia, la culpa. También se activa cuando nos plantean dilemas como el que utilizó Kolhberg para estudiar el desarrollo moral, en especial cuando estos dilemas implican contemplar la posibilidad de que tengamos que actuar de forma que podamos dañar a otros.

Neuronas espejo

En el desarrollo moral también estarían implicadas las neuronas espejo, localizadas en la zona de la corteza órbito-frontal y ventrolateral, que facilitan la comprensión del estado mental y sentimiento de otras personas en situaciones concretas. Gracias a estas neuronas, descubiertas en 1996 por Rizzolatti, podemos ponernos en el lugar de los otros y también imitar su comportamiento, sin necesidad de reproducirlo en el momento. Sólo con ver lo que hacen y las consecuencias que tiene lo incorporaremos como conducta posible, o lo desecharemos por arriesgado. De ahí que una mala acción sin castigo no sólo tendrá más probabilidades de repetirse en la persona que la comete sino también en las que lo observan.   

Hay otra zona importante que también forma parte del cerebro moral. Se denomina estriado y nos permite aprender por recompensas o castigos. Además juega un papel importante en el establecimiento de hábitos, que se crean por la repetición de una acción que resulta gratificante.

Junto a estas estructuras, juega un papel protagonista una pequeña y primitiva molécula compuesta sólo por 9 aminácidos: la oxitocina. Empezó su “carrera” en la evolución encargándose de mantener el balance adecuado de sal y agua. Y poco a poco fue ascendiendo. Luego se ocupó de las conductas reproductoras y maternales. Extendió la preocupación por la prole en círculos concéntricos cada vez más amplios: parejas,  familia, otros miembros de la tribu.

La oxitocina se coló también en sistema de recompensa del cerebro y logró que la separación y la exclusión causaran dolor, y la compañía de las personas amadas placer. Y eso se asoció a buenas y malas acciones. El cerebro moral estaba servido. Esta sustancia se libera durante las interacciones sociales positivas y a su vez, cuando nos sentimos seguros, y cómodos los niveles de oxitocina aumentan.

Los neurocientíficos dicen que en el cerebro, lo que no se usa, se pierde. A más de uno de los que aparecen habitualmente en los telediarios, de estas redes que componen el cerebro moral, no les debe quedar ni rastro.

Ficha técnica: La Trama

trailer de la película

Sinopsis:  Siete años después de haberse visto obligado a dejar su puesto en la policía de Nueva York por un escándalo producido por un desafortunado tiroteo, el detective privado Billy Taggart (Mark Wahlberg) es contratado por el alcalde de la ciudad, Nicholas Hostetler (Russell Crowe), para que investigue la presunta infidelidad de su mujer (Catherine Zeta-Jones). Pero cuando el supuesto amante de ésta aparece muerto, las cosas se complican mucho más de lo que Taggart podría haber previsto. El detective, que no tarda en descubrir que no era más que un peón en una partida mayor, se adentra en la zona gris que une los mundos del crimen, la política y los negocios.

Director: Allen Huges

Reparto: Mark Wahlberg, Russell Crowe, Catherine Zeta-Jones, Kyle Chandler, Justin Chambers, Jeffrey Wright, James Ransone, Natalie Martinez, Alona Tal, Barry Pepper, Griffin Dunne

Duración:109 minutos

Estreno: 15 febrero 2013

Ciencia
Pilar Quijada el

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