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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Geoffrey Parker y Felipe II

Emilio de Miguel Calabia el

Creo que puedo decir que casi todo lo que sé de Felipe II se lo debo a Geoffrey Parker. De los tres libros que ha escrito sobre Felipe II, he leído dos. “El Rey imprudente: una nueva biografía de Felipe II” la publicó en 2014 y es una reelaboración de su gran obra, “Felipe II: la biografía definitiva”, a la luz de documentos encontrados posteriormente. La otra obra es “La gran estrategia de Felipe II”, imprescindible para descubrir el proceso de toma de decisiones que seguía el Rey, así como sus grandes objetivos geoestratégicos.

Felipe II heredó de su padre una situación geopolítica endiablada y un Tesoro vacío. La Monarquía Hispánica estaba compuesta por un conjunto heteróclito de territorios que apenas tenían nada en común aparte del Rey. A la necesidad de dar cohesión a un conjunto de territorios tan dispar, se unía la necesidad de defenderlos. La costa mediterránea española estaba amenazada por los piratas berberiscos. El sur de la Península italiana por el Imperio Otomano y el norte por la ambición francesa y las intrigas de venecianos y saboyanos. Aunque Austria y el Imperio se hubieran desgajado de la herencia de Felipe II, éste seguía sintiendo la necesidad de ejercer de hermano mayor de los Habsburgos austriacos y de ayudarles a mantenerse en la fe verdadera.

Y luego estaba Flandes, el talón de Aquiles del Imperio. Económicamente Flandes era muy importante. Se trataba de un territorio muy urbanizado y con un gran poderio comercial. Sin embargo, políticamente miraba más hacia una Edad Media de ciudades con sus fueros y sus libertades, que sólo se sometían con renuencia al poder real. Hay que precisar que en el contexto del Siglo XVI, lo moderno era el absolutismo, no las libertades medievales.

Desde un punto de vista geoestratégico, Flandes era un dolor de cabeza. La comunicación más lógica con la Península Ibérica era la marítima, pero ello requería tener una flota en condiciones y contar al menos con la neutralidad inglesa, algo que dejó de existir a partir de 1571. A falta de control sobre los mares, la opción alternativa era la terrestre, el famoso Camino Español que conectaba España y Flandes vía Milán y un tortuoso camino por tierras imperiales. Mantener en funcionamiento el Camino Español requería un gran esfuerzo logístico y diplomático.

Felipe II tenía un problema psicológico que es compartido por muchos seres humanos: su padre. Si a todos nos cuesta más o menos escaparnos de la sombra del padre, imaginémonos lo que debe ser cuando tu padre es Emperador, guerrero, cortesano, gran conquistador de damas y bastante simpático. Y encima a ese padre le tienes mitificado, porque le tuviste lejos la mayor parte de la infancia, ya que andaba ganando batallas a los herejes, arreglando el mundo y revolcándose de vez en cuando con alguna alemanota de buen ver.

Felipe II deseaba ser como su padre y al mismo tiempo sabía íntimamente que nunca podría igualársele. Yo creo que de ahí nacen muchas de sus inseguridades, que se resolvían en tres rasgos de carácter bastante negativos para un gobernante. El primero era su obsesión por controlarlo todo y por microgestionar. Parker cuenta entre sorprendido y admirado, cómo Felipe II en cierta ocasión descendió a algo tan nimio como repartir las celdas del monasterio de El Escorial entre los monjes. Un defecto añadido es que Felipe II confundía estar informado vía documentos con saber realmente lo que estaba pasando. Así, se creía que la lectura de memoriales y más memoriales sobre los progresos en la construcción de la Gran Armada (me gusta más este nombre que el de Armada Invencible, que le pusieron los ingleses), podían sustituir al conocimiento que le hubiera dado una visita al puerto de Lisboa.

El segundo rasgo era la desconfianza. Cierto que cuando eres gobernante más vale que desconfíes un poco, pero Felipe II llevaba esto a extremos que eran disfuncionales. Le gustaba tratar los asuntos en secreto con unos pocos. El resultado era que la información no fluía bien entre sus asesores y que la Administración no estaba bien coordinada, porque a menudo uno no sabía lo que estaba haciendo el otro. Irónicamente, tanto secretismo no sirvió de nada cuando se estaba preparando la Gran Armada; meses antes de que zarpase ya se conocían sus planes en media Europa.

El tercer rasgo era la inflexibilidad. Una vez tomaba una decisión, no había manera de que la reconsiderara. Posiblemente detrás de esta inflexibilidad se escondiese el temor a ser visto como débil, temor que uno tiene cuando en el fondo realmente es débil. Su inflexibilidad se vería claramente en la crisis de Flandes, en la que su política se reduciría a dos elementos: todos los herejes son muy malos y caña al mono que es de goma. Normalmente las grandes crisis necesitan mucha más sutileza y paciencia para su resolución.

Por cierto, que una de las grandes incógnitas históricas es lo que hubiese ocurrido si en 1566, al inicio de la rebelión de Flandes, Felipe II hubiese visitado sus territorios flamencos como repetidamente le encarecían sus consejeros. El propio Papa Pío V le dijo que si no iba en persona “Flandes perderá la religión y el Rey perderá Flandes”. Entre 1566 y 1569 se debatió intensamente sobre esta visita, que al final no se produjo y que acaso hubiera cambiado el rumbo de la Historia. En mi opinión, Felipe II nunca pensó seriamente en hacer ese viaje. Inseguro como era, se manejaba mucho mejor en el reino de los papeles que en el trato con otros seres humanos y sospecho que le daba yuyu desembarcar en un territorio hostil y tener que desactivar el conflicto, mezclando amenazas y halagos. Lo primero lo sabía hacer; lo segundo, no.

Un rasgo de Felipe II que destaca Parker es el del mesianismo. Felipe II estaba convencido de que estaba llevando a cabo la obra de Dios. A diferencia de un Enrique IV de Navarra para el que ser católico o protestante era cuestión de conveniencia política, para Felipe II el catolicismo era la religión verdadera y por tanto no era negociable. Cuando estalló la rebelión de Flandes, Felipe II dijo que no quería ser Rey de herejes, lo que no es un comentario muy prometedor para iniciar unas negociaciones. Asimismo, su inquina contra Isabel I de Inglaterra era por su condición de reina hereje, no por la amenaza geopolítica que representaba para España. Cierto que en el siglo XVI política y religión iban de la mano y que el conflicto entre protestantes y católicos puede verse como un anticipo del conflicto ideológico que en el siglo XX mantendrían EEUU y la URSS. No obstante, incluso en ese contexto, la inflexibilidad de Felipe II es notoria.

El mesianismo les sienta bien a los líderes religiosos, pero menos a los reyes. Felipe II estaba tan imbuido de su misión de defender el catolicismo a base de guantazos, que descuidaba las cuestiones logísticas, convencido de que Dios proveería porque la guerra que se iba a emprender era en su santo servicio. Un ejemplo de esta actitud fue la manera de gestionar toda la empresa de la Gran Armada, que tenía más cabos logísticos sueltos que el corsé de una cupletista.

Otra consecuencia de su mesianismo era la tendencia a meterse en conflictos sin preguntarse si disponía de los medios adecuados para ganarlos. Felipe II veía estas intervenciones bien como imperativos para la salvaguarda de la religión católica, bien como medidas para la defensa de sus territorios. La idea de que lo que él veía como acciones defensivas, otros podrían verlo como amenazas, nunca se le pasó por la cabeza.

Parker afirma en “La gran estrategia de Felipe II” que durante los 42 años de su reinado, la Monarquía hispánica sólo conoció seis meses de paz absoluta. Un ejemplo de adónde nos llevó su mesianismo lo tenemos en Flandes. En la primera mitad de la década de los 80 del siglo XVI, Alejandro Farnesio con una mezcla de diplomacia y genio militar estaba restableciendo la situación en Flandes. No estoy seguro de que a esas alturas fuese todavía posible derrotar a los rebeldes, pero sí que era posible hacerles grandes destrozos y colocarles entre la espada y la pared. ¿Qué se le ocurrió entonces al genio de Felipe II? Inmiscuirse en las guerras de religión de Francia y mandar a Alejandro Farnesio y a los Tercios al norte de Francia justo cuando sus tropas estaban ganando la guerra en Flandes. No sé porqué no hay una estatua dedicada a Felipe II en Amsterdam.

Después de haber leído a Geoffrey Parker me reafirmo en algo que llevo pensando mucho tiempo: Felipe II ha sido el monarca más nefasto que ha tenido España, mucho peor que Fernando VII. Felipe II heredó un gran imperio con unos recursos enormes. En lugar de dedicar esos recursos a desarrollar el país, los malgastó en guerras inútiles cuyo interés para la Monarquía a menudo era discutible. Lo que dejó a su muerte fue un país quebrado y rodeado de enemigos, que comenzaba a dudar de sus propias posibilidades.

 

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