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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Una historia del Vietnam moderno (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Casi todo lo que he leído de Historia de Vietnam tiene que ver con la guerra de Vietnam. Vista la cantidad de libros que se le han dedicado, parecería que en los dos mil años de Historia del país no hubiera ocurrido nada más digno de mención. Por eso me alegré cuanto encontré “The Penguin History of Modern Vietnam” de Christopher Goscha.

Goscha comienza adoptando un perfil no eurocéntrico. La modernidad no empieza cuando los franceses metieron a los vietnamitas en el mundo moderno a patadas. Los vietnamitas, cuando llegaron los franceses, ya habían inventado por sí mismos dos conceptos característicos de la modernidad, sin que los europeos se los hubieran enseñado: el colonialismo y una administración racional y uniforme.

Con respecto a lo primero, la historia de Vietnam desde finales del siglo XV es la historia de su expansión hacia el sur, en la que se comieron a los cham, a los khmeres que vivían en el delta del Mekong y a diversos pueblos de las montañas. Los vietnamitas adoptaron con respecto a estos pueblos prácticas que no habrían sonado novedosas a los colonizadores europeos: el gobierno indirecto, cuando faltan los administradores y/o los colonizados son demasiado levantiscos; el gobierno directo, cuando uno cuenta con suficientes administradores y soldados como para seguir tratando con guante de seda a los colonizados; la distinción entre bárbaros (ellos) y civilizados (nosotros); la asimilación cultural, porque tanta diferencia acaba molestando hasta que uno descubre que es una buena herramienta para atraer turistas…

En cuanto a la introducción de un gobierno racional y uniforme, Goscha destaca especialmente al emperador Minh Mang, que reinó de 1820 a 1841. Minh Mang quiso convertir el Estado militarizado que había heredado de su padre en un Estado confuciano con una administración racionalizada. Quería un país controlado y homogéneo en lo cultural y lo religioso. En fin, una suerte de Despotismo Ilustrado a la vietnamita. Que esto sirva para recordarnos a los europeos que somos un pelín menos excepcionales de lo que nos pensamos.

Minh Mang dejó a su muerte cantidad de descontentos y de gente que se sentía alienada del sistema que les había impuesto: los católicos que fueron víctimas de los intentos del emperador de imponer el confucianismo sí o sí; los budistas que idem de idem; los chams, que además de los ataques al Islam, vieron cómo se les imponía la vietnamización cultural; los khmeres a los que había reclutado para construir el Canal Vinh Te; los sudistas, acostumbrados a un mayor grado de autonomía y a menos intromisiones del norte… Y en esto aparecieron los franceses, que se encontraron con un país dividido y peleado. El tipo de situación que siempre atrajo a los colonizadores europeos.

El período de la Historia del Vietnam moderno que más me interesa es el que va de 1945 a 1954. Fue en esos años en los que se pusieron las bases de la guerra de Vietnam (sería más adecuado llamarla la Segunda Guerra de Indochina) y en los que en el norte del país comenzó a construirse un régimen comunista que sería el que al final ganaría la guerra y reunificaría el país en 1975. Pero nada de esto era inevitable. Las cosas hubieran podido ser muy diferentes.

En esos años los franceses cometieron el error imperdonable de creer que la II Guerra Mundial y el período de control japonés sobre Indochina habían sido meros accidentes de recorrido y que, terminada la guerra, sería posible retornar al dominio colonial francés. No quisieron darse cuenta de que el mundo había cambiado y que la descolonización era imparable. Los franceses hubieran podido apoyarse en los elementos nacionalistas moderados y haber dejado tras de sí un Estado independiente estable, pro-francés y anticomunista. En lugar de eso, prometieron mucho, cedieron muy poco y desilusionaron a todos los que les hubieran podido ayudar a hacer una transición hacia la independencia ordenada y respetuosa de sus intereses.

Resulta paradigmático lo que ocurrió con Nguyen Van Thinh, que era ciudadano francés y que había fundado en 1937 el Partido Democrático de Cochinchina. A Thinh los franceses le hicieron jefe del gobierno provisional de Cochinchina en marzo de 1946 y en junio Presidente de la República de Cochinchina. El pobre Thinh, que lo único que quería era una transición ordenada al autogobierno, se encontró de pronto con que muchos de sus compatriotas le consideraban un traidor y un colaboracionista, porque con su actitud estaba dando por buena la retractación de los franceses de celebrar un referéndum para que los cochinchineses decidieran sobre su futuro. Peor todavía, los franceses comenzaron a negociar con el Vietminh a sus espaldas, mostrando así que para ellos Thinh no era más que un pelele y un títere en sus manos. El 10 de noviembre de 1946, Thinh se cansó de toda esa farsa. Esa mañana se suicidó en su despacho. Dejó una nota en la que pedía a sus amigos y a los intelectuales que reaccionasen y que concluía, diciendo: “Muero para mostraros el camino del deber, la libertad y el honor”.

Mientras que a los constitucionalistas, los nacionalistas y los republicanos, los franceses procuraron domesticarlos y castrarlos, con los comunistas lo que intentaron fue exterminarlos. Aunque en público afirmasen que estaban combatiendo el comunismo, en la práctica, el objetivo era recuperar el control total de Vietnam y que siguiera siendo una colonia francesa.

Al desencadenar la Primera Guerra de Indochina, los franceses subestimaron a sus rivales comunistas. Es cierto que en aquel momento las tropas comunistas estaban pobremente entrenadas, carecían de experiencia de combate y apenas tenían armas. Parecían un objetivo fácil. Los franceses no contaron con su capacidad de adaptación, su obstinación y la ayuda clave que recibirían de la URSS y de China. Muy pronto el conflicto se convirtió en la clásica guerra de guerrillas. Los franceses conseguían ganar casi todas las batallas, pero eran incapaces de aniquilar a las tropas comunistas y de controlar las montañas que se habían convertido en su santuario.

En 1952 los franceses consiguieron una importante victoria en Na San, una aldea que convirtieron en un campo fortificado para evitar que los comunistas pudieran controlar el noroeste de Vietnam y el este de Laos. Con poca artillería y una logística deficiente, las tropas comunistas se estrellaron contra las trincheras francesas y tuvieron que cejar en sus ataques a los pocos días. Lo malo fue que dos años después los franceses querrían repetir el éxito de Na San en Dien Bien Phu.

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