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La biografía de Goebbels por Curt Riess (2)

Emilio de Miguel Calabia el

No sé si Riess se dio cuenta, mientras escribía la biografía, de que Goebbels parece un personaje sacado de una tragedia griega. Los héroes de las tragedias griegas son personajes que ya están condenados por los dioses desde antes de que se alce el telón. Durante toda la obra, les veremos debatirse contra su destino con todas sus energías, pero el mortal es impotente ante la voluntad de los dioses. No hay salvación para aquél al que los dioses han decidido perder.

Aunque no hay pruebas directas, Riess cree que a Goebbels no le alegró especialmente enterarse a comienzos de 1941 de que Hitler planeaba invadir Rusia. Dice que en los meses previos, se le vió nervioso y agitado y que alguna vez se le oyó murmurar que ojalá pasasen rápido los próximos meses.

Pienso que Goebbels fue uno de los primeros líderes nazis en comprender que la guerra estaba perdida y pienso que el momento en el que lo comprendió fue en enero de 1943, tras la derrota de Stalingrado. Podemos imaginarnos su desesperación cuando en el verano de 1943 Hitler rechazó la propuesta de armisticio de Stalin. Cierto que hubiera tenido que renunciar a muchas ganancias territoriales y cierto que Stalin era igual de cabronazo que él, pero según iba yendo la guerra, hubiera merecido la pena correr el riesgo de que más adelante Stalin intentase apuñalarle por la espalda. Ahora ya le estaba apuñalando por delante y los Aliados habían empezado a hacer lo propio por un costado (Norte de África, Sicilia y Península italiana).

Riess piensa que para finales de 1944 Goebbels ya había perdido toda esperanza. En plena ofensiva de las Ardenas interrumpió a un oficial de enlace del Alto Mando, que le estaba hablando de nimiedades para decirle si todo eso le importaba a un hombre que estaba pensando en envenenar a su mujer y a sus hijos. A veces se permitía comentarios como: “Después de la guerra, me iré a América. Allí al menos apreciarán a un genio de la propaganda y le pagarán adecuadamente” o “Después de la guerra viviré con un ritmo más tranquilo. Me dedicaré por completo a la escritura. Todo lo que tendré que hacer es escribir un libro al año, lo que no será un problema en absoluto. No dudo de que podré vivir espléndidamente con mis derechos de autor, puesto que mis libros tendrán unas ventas espectaculares”. ¿Es posible que Goebbels se creyera todo esto? Pienso que eran ensoñaciones a las que se entregaba para huir por unos instantes de una realidad horrible, al final de la cual sabía que estaba la muerte.

Riess afirma que en esos últimos meses Goebbels vivía ya pensando en la posteridad. Quería que la ideología nazi, a la que había dedicado los mejor de sus talentos, sobreviviera en el futuro. Quería, en una imagen de Riess, plantar bombas de relojería que mostrasen a las generaciones futuras qué gran hombre había sido y cuánta razón había tenido. Confiaba en que llegara un tiempo en el que en una posguerra horrorosa, los alemanes recordaran los tiempos de los nazis como una edad dorada. Goebbels también confiaba en que llegara un momento en el que los anglosajones y los soviéticos se enzarzaran en una guerra, que él creía que ganarían los soviéticos, que extenderían el comunismo por toda Europa y entonces los norteamericanos se tirarían de los pelos por la estupidez de su Presidente en Yalta, que había permitido que eso ocurriera. Otra de las afirmaciones que hacía, pensando más en el futuro, que en el pasado, era que los británicos habían condenado a Europa a ser sojuzgada por el comunismo. ¡Si solo hubiesen atendido las ofertas de paz que Hitler les hizo al comienzo para que uniesen sus fuerzas y frenasen al comunismo!…

En esos últimos meses de la guerra, aun sabiendo que todo estaba perdido, Goebbels visitaba a los heridos de los hospitales y daba ánimos a la gente hablándoles de nuevas armas milagrosas en las que él mismo no creía. Recordaba a sus oyentes lo difíciles que fueron los comienzos del partido nazi y cómo siempre supieron reponerse y llegar a la victoria. Aún tenía que encontrar fuerzas para escribir frases que parecían sacadas de un manual de autoayuda para naciones desesperadas: “Una nación que está determinada a utilizar los medios más osados en su lucha por la supervivencia no puede ser derrotada”. Pues yo diría que sí, a condicion de que tenga más tanques y aviones que sus enemigos.

Sólo hubo un momento en el que por unos instantes Goebbels creyó que había llegado el milagro que salvaría a la Alemania nazi. Fue el 12 de abril de 1945, cuando murió Roosevelt. Como Hitler, creyó que se repetiría el milagro que salvó al rey Federico II de Prusia de ser exterminado: inesperadamente murió su gran enemiga, la zarina Catalina la Grande, y su sucesor, Pedro, que admiraba enormemente al rey prusiano, hizo las paces con él. Ahora la muerte de Roseevelt abría la posibilidad de que su sucesor viese el peligro que representaba Stalin y decidiese hacer la paz con Alemania. Marx dijo una vez que la Historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Habría podido añadir que los milagros históricos, en cambio, no se repiten.

Es al final del libro donde Riess desliza una hipótesis discutible: Goebbels indujo y animó a Hitler al suicidio. Necesitaba que Hitler tuviera una muerte heroica si es que el nazismo iba a perdurar en el mundo de posguerra. Un Hitler que hubiera huido a las montañas del sur de Alemania para intentar continuar la guerra y que hubiera terminado capturado por los norteamericanos, no le servía a Goebbels. Esta tesis no me convence, porque, por lo que he leído, Hitler estaba determinado a morir en Berlin. Según cuenta Ian Kershaw en su biografía de Hitler, en los últimos momentos Hitler pensó que el pueblo alemán le había fallado, que no había estado a la altura de su misión histórica y que ya lo único que quedaba era que él mismo y el pueblo alemán perecieran en la conflagración final.

24 horas después de la muerte de Hitler, Goebbels y Magda se suicidaron, después de haber envenenado a sus seis hijos. Cabe preguntarse si en sus últimos momentos Goebbels no se arrepentiría de haber puesto todo su talento a servicio de los nazis y de un líder, Hitler, que les había llevado a todos a la catástrofe.

 

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