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La biografía de Goebbels por Curt Riess (1)

Emilio de Miguel Calabia el

 

Me gustan las biografías que me presentan un personaje redondo. Sí, parecería que escribir la biografía de un personaje que realmente existió debería asegurar resultados más redondos que escribir sobre un personaje inventado. Pues no, todo depende de la pericia del autor. Para mí la Becky Sharp de “La Feria de las Vanidades” de Thackerey es un personaje mucho más real y fuerte que el Jaime Gil de Biedma de la biografía que escribió sobre él Miguel Dalmau.

A finales de 1947 el periodista Curt Riess escribió la primera biografía sobre Joseph Goebbels. Los inconvenientes de escribir apenas dos años después de la muerte de Goebbels, sin apenas distancia histórica, están más que contrapesados por las posibilidades que tuvo Riess de entrevistar a familiares y colaboradores de Goebbels. Asimismo se benefició del descubrimiento de los diarios de Goebbels.

Inevitablemente Riess centra su biografía en el Goebbels político, propagandista e hijo de puta. No obstante, aquí y allá afloran datos que apuntan a que Goebbels debía de ser un personaje mucho más fascinante de lo que parece. He leído biografías de todos los líderes nazis y el único que me ha parecido tan interesante como Becky Sharp es Goebbels. Es una lástima que Riess no explorara más por ahí.

Goebbels nació en una familia modesta, que vivía en una pequeña población industrial. A los siete años sufrió una ostiemelitis, por la que tuvo que ser operado con el resultado de que una pierna quedó un poco más corta de la otra y tuvo que andar cojeando de por vida. La rumorología diría más tarde que su cojera se debía a un pie zambo y dio pie a que sus enemigos se cebaran en él (entre los nazis uno solía tener más enemigos dentro del partido que fuera de él. Me recuerda un poco a la visión del infierno de C.S. Lewis en las “Cartas del diablo a su sobrino”). Para Gregor Strasser, el pie zambo demostraba que Goebbels tenía sangre judía; a Erich Koch le dio para establecer la comparación con otro cojo histórico, Tayllerand, y pronosticar que como aquél, Goebbels traicionaría a sus jefes (dado el bajo nivel cultural e intelectual del liderazgo nazi, resulta notable que uno de ellos supiera quien era Tayllerand); el editor nazi Max Amann lo comparó con Mefistófeles, porque el diablo en la mitología alemana es pintado con el pie zambo.

Así pues, el hombre que exaltó al superhéroe ario y cantó las excelencias del combate heroico, era un hombre enclenque y canijo, que se presentó como voluntario para luchar en la I Guerra Mundial y fue rechazado por su cojera. Más tarde, en la universidad, cuando le preguntaran por su cojera, diría que había sido consecuencia de una herida de guerra.

A pesar de sus debilidades físicas y de carecer de experiencia bélica, Goebbels era un hombre valiente. Un ejemplo: en febrero de 1927 organizó un mitin nazi en un distrito comunista. Como era de esperar, y como había sido la intención de Goebbels, el mitin se convirtió en una batalla campal entre comunistas y nazis. Mientras la batalla se desarrollaba a su alrededor, Goebbels permaneció en el estrado, sin pestañear y sin tratar de buscar refugio. Otro ejemplo: puede decirse que el golpe de estado contra Hitler del 20 de julio de 1944 fracasó en buena medida por el valor de Goebbels. Cuando el Teniente General Paul von Haase fue a detenerle, Goebbels le dio la vuelta a la situación y fue von Haase, quien acabó detenido. Más tarde Goebbels comentaría lo sencillo que le habría sido a von Haase haber sacado su pistola y haberle pegado un tiro allí mismo. Leyendo estas anécdotas, me impresiona la valentía de Goebbels y lamento que no hubiera dirigido esa valentía a mejores causas.

Los años universitarios de Goebbels son los de un estudiante bastante capacitado y con dotes de intelectual, que no acaba de encontrar su camino. Leyó a Goethe, escribió una tesis sobre el drama romántico alemán, quedó impactado por Dostoyevski, leyó a Marx e intensamente a Walther Rahenau, un político judío y liberal al que asesinaron en 1922 ultranacionalistas de derechas, el tipo de gente a cuyo carro acabaría unciéndose Goebbels.

Así pues, en 1922 Goebbels era un intelectual en ciernes, que a veces soñaba con hacerse un nombre en la literatura, que sabía que tenía talento, pero que estaba muy perdido. Fue entonces que en un mitin conoció a Hitler y le sedujeron la convicción y el ardor con los que hablaba. Riess dice que fue algo más: Goebbels tendía al cinismo y al nihilismo; Hitler le dio la fe en algo y el ideal que le faltaban.

A pesar de su fealdad, Goebbels tenía éxito con las mujeres y tuvo innumerables amantes. Parece que sus herramientas eran su voz seductora, sus ojos expresivos, el cinismo y una cierta apariencia de superioridad. Encima se las apañó para que su cojera la hiciera aún un poco más interesante. A partir de los años 30, cuando como Ministro de Propaganda controlaba el mundo del cine, se convirtió en un imán para las aspirantes a actriz. Y el Goebbels cínico, que criticaba a Eduardo VII por haber renunciado al Trono por el amor de una mujer, empezó a sufrir, porque, cuando una mujer se acercaba a él, no sabía si lo hacía atraída por los encantos de Joseph Goebbels o por la erótica del poder del Ministro de Propaganda.

Al final resulta que el hombre que dijo que una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en verdad, era un gran romántico. En 1936 conoció al gran amor de su vida, la actriz checa Lida Baarová. De pronto, el ambicioso Goebbels descubrió que le importaba una higa que Alemania se anexionase Austria; lo que quería era divorciarse, abandonar el Ministerio de Propaganda y pedirle a Hitler una Embajadita alejada de Alemania, por ejemplo la de Tokio. Quería hacer lo mismo que Eduardo VII había hecho dos años antes y que él había criticado tanto.

No pudo ser. Hitler montó en cólera y dijo que por encima de su cadáver (el de Goebbels, me imagino); que se recompusiera con su mujer y que pusieran los dos cara de felicidad. No creo que a Hitler le moviera la preocupación por el decoro y el qué dirán. Poco antes las aventuras sexuales de Goebbels eran un secreto a voces y no parece que al Führer le hubieran molestado mucho. Pienso que para Hitler, la familia de Goebbels y Magda, con sus seis niñitos rubios y con nombres que empezaban con la letra H, representaban la familia que él nunca tendría. Lo de la relación de Hitler con las mujeres daría para un montón de entradas. Bueno, la relación de Hitler con el género humano en general, daría para largo.

Y esto nos lleva al peculiar matrimonio que eran Joseph y Magda. Magda era una bella y alegre divorciada, que comenzó a trabajar para los nazis para sacudirse el tedio de encima. Magda estaba acostumbrada a moverse entre industriales aburridos y aristócratas decadentes. De pronto encontró en Goebbels a un hombre poseído por una energía demoniaca, inteligente, sutilmente irónico y dominador. Cayó perdidita por él. Goebbels, por su parte, se encontró por primera vez con una mujer que le imponía y le hacía sentirse inferior. Magda era más refinada  tenía más mundo que él.

Y con estos curiosos mimbres, crearon una historia de amor tan arrolladora como extraña. Desde la casilla de partida, Goebbels le anunció que la convertiría en la reina de su vida, pero que no le sería fiel. O sea, que tendría que buscarse una corona que cupiese entre los cuernos.

La primera crisis matrimonial ocurrió cuando llevaban dos años de casados. Hasta entonces Goebbels había sido un marido atento. Pero entonces Magda se enteró de que tenía una amante y le exigió que rompiera con ella. Goebbels obedeció a regañadientes y le quedó el remusguillo de que tenía una esposa poco comprensiva.

La relación entre los Goebbels fue siempre extraña. Exteriormente mantenían las apariencias, pero en casa volaban los cuchillos. Magda, que se sabía guapa y se sentía ignorada por su marido, no se quedaba corta a la hora de ponerle los cuernos. Goebbels podía ganarle por la cantidad, pero Magda escogía muy bien a sus amantes.

Ya mencioné el affaire de Goebbels con la Baarová. Lo que no dije fue que Magda no se quedó atrás. Se lió con Karl Hanke, un subordinado de su marido, e hizo planes para divorciarse de Goebbels y casarse con Hanke. Ya conté cómo el tío Adolf no quería que su familia de sustitución se rompiera y cómo les exigió que se recompusieran y a dar ejemplo de familia aria saludable y prolífica. El resultado fue el que cabía esperar: de puertas afuera, mantuvieron las apariencias, mientras que Joseph se enrollaba con todas las actrices que podía y Magda se puso a hacer la guerra por su cuenta.

Curiosamente los últimos meses de la guerra devolvieron al matrimonio Goebbels una cierta armonía. Seguía habiendo cuernos por ambas partes, pero ambos parecían resignados y lo aceptaban como parte del orden natural de las cosas. Tal vez parte de esa armonía recuperada se debiera al hecho de que los dos eran conscientes de que la Alemania nazi se estaba derrumbando y que ninguno de los dos sobreviviría a su derrumbe. Ni ellos, ni sus hijos.

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