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Blogs El bochinche venezolano por Ludmila Vinogradoff

Jesús Silva, el embajador incomprendido

Ludmila Vinogradoff el

Ese miércoles 24 el embajador español, Jesús Silva Fernández, había regresado a su plaza en Venezuela, pero todavía no había llegado a su residencia oficial en el Country Club caraqueño cuando le notificaron que no desempacara su valija porque había sido expulsado por el régimen chavista de Nicolás Maduro.

El embajador Jesús Silva saliendo contrariado de la cancillería caraqueña

Su sorpresa fue enorme porque no tenía en su memoria que fuese el primer embajador hispánico en ser echado de América Latina y marcar un hito histórico en este siglo XXI, a excepción del que lo precedió en 1960 en la época de Franco en Cuba y por distinto motivo,  cuyo precedente ya nadie se acuerda en la región.

Así que el diplomático tuvo que restregarse los ojos varias veces para cerciorarse de que la noticia era de  verdad y no un simple rumor o un mal sueño de invierno después de haber pasado las fiestas decembrinas en España en compañía de su familia.

Y es que en la cancillería de Caracas estaban esperando su regreso para declararlo de inmediato “persona no grata” con lo cual le daban 72 horas para abandonar el país. El comunicado ya estaba listo por presunta “injerencia y continuas agresiones”. Y para empezar el “pasodoble” llamaron antes a consultas a su contraparte, el embajador venezolano Mario Isea, que con la reciprocidad aplicada posteriormente  también resultó expulsado de Madrid.

El diplomático español recogió el golpe que calificó de “equivocado e injusto”, sobre todo porque fue una decisión derivada de las sanciones contra 7 jerarcas del régimen que anunció la Unión Europea. Algún afectado con suficiente influencia, reconcomio y venganza pidió la cabeza del embajador español.

En su breve estancia de 10 meses en Caracas, Jesús Silva, de 55 años, es un diplomático carismático y activo que se ha ganado la simpatía de los venezolanos, bien de la oposición o del chavismo, y no se entiende por qué lo han sacrificado cuando ha servido a los intereses de los dos bandos en pugna.

El diplomático español ha impulsado el diálogo y la negociación entre las partes. Es un negociador nato de primera línea que intentó poner en práctica todos sus conocimientos en Caracas pero no contó con el profundo resentimiento de una de las partes para que naufragara uno de los acuerdos que estaba a punto de lograr la paz y el entendimiento en Venezuela.

Silva se lleva a Madrid el sentimiento frustrado de haber impulsado o contribuido con una negociación sin haberla concluido. Tal vez en el futuro se le reconozca y si no,  igual se sentirá satisfecho de haber ayudado con su granito de arena.

En la equivocada decisión de expulsarlo de Caracas quienes más pierden son los que ordenaron esa decisión. Pierden a un operador diplomático que pudo sacarles la pata del barro o de haberles facilitado una salida negociada. En fin, tantas cosas que después lo lamentarán pero cuando eso ocurra ya será muy tarde.

Silva, de profesión abogado graduado en la Complutense,  imprimió su sello personal a la gestión diplomática. Fue audaz, valiente, objetivo, equilibrado, todo un líder que supo llenar un vacío en la diplomacia europea. Eso es lo que no le perdonan los jerarcas del régimen venezolano que se sienten en minusvalía ante el portento español.

El diplomático Silva  ejerció sin polémicas ni problemas anteriormente  en la embajada española en Jamaica y después en Panamá. En la delegación de Caracas,  “lo extrañaremos”,  manifestó una de las empleadas en la reunión de despedida.

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