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La última entrevista de Paco Rabal

La última entrevista de Paco Rabal
Pedro Víllora el

En tal día como hoy, 29 de agosto, pero de 2001, fallecía Francisco Rabal. Poco antes, el 12 de agosto, tuve ocasión de publicar en ABC una larga entrevista con él titulada “Se puede decir que soy un humanista“, que se recuperó el 30 de agosto como “La última entrevista en ABC: Mi carrera siempre ha sido estimulante“. Pese a su extensión, quedaron muchas cosas fuera al editar el texto. Sirva su aniversario para rescatar en su integridad las palabras del gran maestro de la interpretación e incluir todo aquello que hubo que dejar al margen.

 

Debería estar trabajando, como siempre, pero los retrasos de dos rodajes le han regalado unas pequeñas vacaciones con las que no contaba. Un descanso que él, como buen lector, sabrá aprovechar gracias a ese magnífico salón-biblioteca donde tomamos un café con leche y conversamos. Los estantes están llenos de libros con evidentes muestras de uso, y los huecos que dejan en las paredes los ocupan fotografías de amigos que son genios: Alberti, García Márquez, Buñuel… También hay fotos familiares en un rincón; pero no se ven, en cambio, del propio Francisco Rabal. Es significativo y agradable; dice mucho acerca de la poca vanidad de un hombre del que nadie habla mal.

-¿Usted vive mucho del recuerdo?
-No, no es que viva del recuerdo; es que todo es recuerdo: de lo que has vivido con cariño, con admiración, con gente importante, con su calidad humana. Es difícil no olvidarla. Pero no vivo de eso, porque entonces parecería jilipollas. Vivo de mi trabajo.

-Usted cumplió setenta y cinco años el pasado marzo. Cuando era joven ¿cómo imaginaba que sería llegar a esta edad?
-Creí que no llegaba a alcanzarla; que no llegaba a tener esta edad. El año 2000 para mí quedaba tan lejos… Por suerte, mi carrera siempre ha sido estimulante. Vivo para adelante, no vivo para atrás. No me ha faltado el trabajo ni todo eso. Por lo tanto, siempre he tenido ilusión.

-Leyendo sus memorias se diría que nunca ha hecho planes de futuro.
-No, no lo he hecho nunca. Ahora sí: mi plan de futuro es tener dinero, no dilapidarlo, porque tengo gente a la que tengo que ayudar todavía, para tener una vejez acomodada, no angustiada. Por eso trabajo, aparte de que sigo trabajando porque me gusta mucho el trabajo y me lo paso bien. Mientras tenga memoria… Hombre, lo que ya no puedo hacer son películas de aventuras, saltar con el caballo y cosas de esas… Pero, por ejemplo, en la película que hago en México hago de cura viejo, y el cura joven lo hace el chico de Amores perros, y en la película de mi hijo hago de ladrón que es manco y quita las carteras.

-¿No tiene ya suficiente dinero para dejar de trabajar si quisiera?
-Sí, tengo bastante; pero si sigo dando dinero me quedaría sin él, si no lo incremento.

-¿Por qué le gusta trabajar?
-Porque me gusta, porque tengo vocación sincera.

-Lo pregunto porque de sus memorias se desprende que el trabajo de actor le vino casi de casualidad.
-Pero lo buscaba. Entré en los estudios de cine como electricista porque era un vehículo para llegar adonde yo quería. Lo que pasa es que el bautismo me llegó a los cinco años de trabajar de eléctrico, y yo estaba un poco desilusionado ya. Pensaba irme a Australia a cazar conejos, pero me llegó una pequeña ocasión y me aferré a ella como un náufrago.

-¿Nunca se ha arrepentido de algo en su carrera?
-No. De lo que me he arrepentido es de no haber aprendido inglés bien, porque he tenido varias ofertas de Hollywood.

-De Merle Oberon…
-Sí, de Merle Oberon, y también me he perdido El nombre de la rosa, donde querían que hiciese el papel del monje español, el criminal; y otras películas para las que también me llamaron. French Connection también. Fui yo quien recomendé a Fernando Rey. Me mandaron un telegrama de París diciendo que había una película americana y estaban interesados y tal, y yo no hice caso. Sin embargo me llamaron quince días antes, y yo en quince días no podía estar preparado mi inglés. Siempre me he despreocupado. Merle Oberon me decía: “Yo te puedo llevar a Hollywood”. Pero yo hacía teatro, cine, tal…, y descuidé el aprender el inglés. Pero no me arrepiento mucho, porque no creo que la formación de un actor sea Hollywood, ¿entiendes? Conozco mucha gente que ha estado en Hollywood y se ha ido desesperada, como Alida Valli, por ejemplo. Antes los contratos eran por años, pero Antonio Banderas ya tendrá un contrato distinto, en el que puede elegir lo que hace. Bueno, no lo echo de menos. Yo lo que tenía que ser era buen actor en mi lengua, y luego después cuando he ido a Italia o Francia… He trabajado mucho fuera; no estaba siempre aquí en Europa.

-¿Se siente europeo?
-Me siento del mundo, pero me gusta mucho Europa.

-¿Por qué?
-Porque encuentro las cosas más cercanas a mi pensamiento, a mis gustos, a mis costumbres de vida. Yo he hecho una película en Norteamérica, y no me gusta la vida de allí. Esa ambición por el dinero siempre; luego, la predilección a los coches antes que las personas: por ejemplo, no hay casi aceras, todo está hecho para los coches; si quieres ir a un parque tienes que ir lejísimos. En fin, nunca he tenido una gran ilusión por irme a Norteamérica, pero quizá he hecho mal en no estudiar el inglés y no haber aprovechado alguna ocasión como French connection

-¿Hay muchas cosas que usted haya ambicionado y no haya conseguido?
-Algún papel que otro; ese de El nombre de la rosa, por ejemplo. Dicen que la suerte pasa por la puerta de todo el mundo; lo que hace falta es estar preparado para recogerla. En el caso de French connection, si hubiese estado preparado la habría hecho. Luego hice otra película con el mismo director, William Friedkin, pero no tuvo tanto éxito o tuvo muy poco éxito. Era un remake de El salario del miedo, y yo hacía el papel que había hecho Charles Vanel en la primera versión con Montand. Así que Friedkin tenía mucho interés en trabajar conmigo, y esta película la hice porque me hizo mejicano y así no importaba que tuviera acento, pero no tuvo la suerte que French connection. Y sin embargo, Fernando Rey estaba preparado, porque sabía inglés y sabía francés, y tenía que hablar en inglés con acento francés. En Francia sí he trabajado mucho.

-Incluso ha hecho de murciano en una película francesa.
-Sí, en “Belle de jour“. Pero la película más importante para mí que he hecho en Francia, por la que me han dado un sinfín de premios, es El otro, L’Autre, que la dirigió el actor Bernard Giraudeau. La hicimos en Chipre sobre la historia de un terremoto, se queda enterrado un muchacho y yo lo salvo. Esta película no se ha visto en España. Era casi un monólogo, porque era yo hablando con el muchacho.

-¿Le da rabia que ese cine que ha hecho fuera se desconozca en España?
-Sí. En Italia he hecho muchas películas, pero como eran todas muy de izquierdas aquí no venían. Y ahora creo que ya están pasadas.

-¿Le gustaba hacer el cine político que tenía que ver con sus ideas?
-Mucho.

-¿Para contrarrestar el que hacía en España con Rafael Gil o Sáenz de Heredia?
-Yo no buscaba hacer ese cine en el extranjero. Me llamaban y, si me apetecía, pues bien. En Italia, los primeros amigos que tuve eran todos comunistas o muy de izquierdas: Pontecorvo, Visconti, De Santis, Ugo Pirro, que es un guionista cojonudo… Trabajé con esta gente, eran mis amigos y todos tenían unas ideas parecidas a las mías.

-¿Echa de menos esas ideas?
-Que no se hayan materializado, que se hayan estropeado. La idea no está mal, la idea me sigue pareciendo bien. No me parece bien lo que han hecho con esas ideas los hombres

-¿Se siente frustrado o engañado en sus ideales?
-Sí. Me he sentido muy traicionado, porque la idea es buena, lo que no me parece bien es cómo se ha empleado. Hay otras maneras de hacerlo que no sea coartando la libertad o llegando a la dictadura. La dictadura del proletariado se convirtió en otro tipo de dictadura. Pero yo sigo siempre diciendo que la idea sigue. Antes se decía: «El rey ha muerto. ¡Viva el rey!». Ahora se dice: «El comunismo ha muerto. ¡Viva el comunismo!».

-En las paredes cuelgan fotografías de patriarcas: Picasso, Alberti… Paco Rabal, sentado en su sillón con la gorra en la rodilla, parece un patriarca también.
-Es verdad. Mi familia es murciana, y tú sabes que allí existe mucho eso del abuelo, de la familia unida en torno al patriarca. Un poco parecido a los gitanos. Patriarca ha sido mi padre, luego lo ha sido mi hermano y ahora lo soy yo. Mi hermano Damián era muy patriarcal. Yo no lo soy tanto, pero lo soy. Pero he de decir que me falta la envergadura de un patriarca.

-¿Es patriarca con su familia?
-Sí. Mi hermana vive conmigo. Mi hijo vive muy cerca. Mi hija aquí al lado.

-¿Le importa la unión familiar?
-Para mí es muy importante. No soy un hombre institucional, pero la institución de la familia me agrada. Dentro del carácter español hay algo anarquista. Yo no soy institucional porque me parece más hermosa la libertad, no estar condicionado a reglas. Yo también soy una especie de comunista muy sui generis. Soy de la idea. No soy asambleario ni nada eso. Lo que me preocupa es la justicia social. Se puede decir que soy un humanista.

-Supongo que cada vez queda menos gente con la que pueda hablar de esas cosas.
-Es una preocupación universal. Ahora estoy leyendo a Saramago, que me gusta mucho. Estoy leyendo Cuadernos de Lanzarote. Esa frase que he dicho antes de los reyes y del comunismo la he tomado de su libro.

-¿Qué es lo próximo que tiene que hacer?
El crimen del padre Amaro, basada en la novela de Eça de Queiroz; y el guión lo escribió hace tiempo un gran escritor mejicano, Vicente Leñero. La dirige Carlos Carrera.

-¿En qué ocupa su tiempo cuando no trabaja?
-Ahora hago una vida muy relajada. Por la mañana me ocupo de leer la prensa, hacer algún poema, escribir alguna carta. Luego duermo la siesta. La duermo estupendamente. Duermo unas siestas gloriosas.

-¿De las de orinal?
-El orinal, para mí, es fundamental. Yo viajo con orinal.

-¿En serio?
-Sí.

-¿Por qué?
-Porque meo mucho por la noche. Bueno, estaba diciendo que duermo la siesta, luego me levanto. Me ducho y me voy a pasear. Y si me fumo otro cigarro, el cuarto, es después del paseo, a eso de las nueve. Por eso, que las películas se hayan retrasado me hace tener unas vacaciones que no tenía. Siempre tenía trabajo, y en el cine es imposible programarte vacaciones, porque a lo mejor pensabas descansar el mes de junio, te sale una película cojonuda, y ¿cómo vas a decir que no? Nosotros no tenemos ni un empleo fijo ni un sueldo fijo. Si no trabajas no cobras. Ahora cobro una pensión, pero es ridícula la pensión que tenemos los actores. Así no puedes hacer planes de ir a tal sitio, porque estás condicionado a los contratos.

-Y eso que ya no hace las giras de teatro.
-Pero hago recitales, que estoy yo solo o con Asunción. Pero ya no es como cuando hacía teatro en Santander y cine en Madrid al mismo tiempo y me aprendía las obras en el coche de Tamayo. Luego Tamayo me decía: «Por aquí sales y haces esto». La estrella de Sevilla la hice así, mientras rodaba El beso de Judas. En esa época dormía muy poco.

-¿Se irá a Águilas en estas vacaciones repentinas?
-Ahora en los veranos no voy a mi pueblo, porque hay mucha gente que va allí de vacaciones y se lo pasa muy bien, cosa de la que me alegro por la economía del pueblo. Es gente joven que va a la playa y luego a la discoteca, y después vuelve a la playa de madrugada y se va con el botellón a cantar y hacer ruido. Pero siempre que puedo voy, más en otoño y en invierno.

-Cuando ve a la gente joven con el botellón ¿lo echa de menos o se pone en plan señor mayor ofendido?
-Mi hermana duerme en la habitación que da a la playa y les digo: «Coño, que no le dejáis dormir a mi hermana. Haced el favor de no…» Porque encienden la radio del coche. Bom-bom. La música esa… Alguna vez sí me he enfadado, porque se lo había advertido ya, no por mí, sino por mi hermana. Mi casa está al lado de la playa, y es un lugar emblemático para llevar a los viejos del Imserso, que son casi de mi edad. Las azafatas les enseñan el castillo, el puerto, no sé qué, y la casa de Paco Rabal. De Pacorabah, como dicen allí, todo junto. «¿Cómo estás, Pacorabah? ¿Cuándo te vas a retirar, Pacorabah?», me dicen. «Cuando esté más viejo todavía. Cuando pierda la memoria».

-¿No tiene problemas de memoria?
-Sólo para recordar algún nombre, pero no para las cosas de trabajo. Tengo memoria para estudiar las cosas de memoria. Ahora, me las aprendo y las olvido después, porque una vez que las has hecho es como borrar la pizarra para escribir otra cosa nueva. En el colegio me aprendía las lecciones de memoria. Siempre he tenido facilidad para eso. Luego está la memoria de la vida: la tengo porque la cuento. Es como un chiste: te lo cuentan, te hace gracia, pero si tardas mucho en contarlo se te olvida.

@Pedro_Villora

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