El Valencia Basket disputará la segunda final de la ACB en su historia. Lo hará ante el Real Madrid, su verdugo en la final de Copa esta temporada, y habitual bestia negra de los últimos años. Un equipo temible al que el Valencia tratará de ganar para sumar su primer título de liga. Un sueño legítimo y posible, siempre y cuando el equipo se abstraiga del ambiente que se está creando a su alrededor.
Porque antes de que se lance el balón al aire, ya hay sectores del valencianismo que están apuntando a los árbitros como elemento diferenciador de la final. Un victimismo del que no deberían contagiarse los jugadores de Pedro Martínez.
El técnico, que huye de cualquier polémica, es el primero que está tratando de ahuyentar ese tipo de presiones. Lo primero, porque no cree en ellas, y lo segundo porque opina que puede rebajar la competitividad de sus jugadores.
Para el Valencia Basket será su tercera final del año y son quizá esas derrotas las que alimentan el pesimismo de la afición y el entorno naranja. La de Copa llegó de manera ajustada, en un final que se decidió por detalles ante el Real Madrid. En aquella ocasión, se culpó a los árbitros de la decepción, por más que Pedro Martínez dijera que no habían tenido nada que ver.
También en Europa se miró hacia otro lado en lugar de hacer autocrítica. Unicaja, verdugo entonces y campeón de la Eurocup, levantó el trofeo en medio de la decepción de la Fuente de San Luis.
Esas dos decepciones son las que deben impulsar al Valencia Basket hacia el sueño. Tras dejar atrás al Barcelona y al Baskonia, los de Pedro Martínez han demostrado que son capaces de ganar a cualquiera. Confianza clave para derrotar al campeón. Soñar, sin mirar al silbato. Centrados solo en la canasta.
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