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Blogs Pasando por el aro por Emilio V. Escudero

Lágrimas en el vestuario blanco

Lágrimas en el vestuario blanco
Emilio V. Escudero el

Los gritos de celebración del Olympiacos sobre la pista del O2 Arena eran lo único que se escuchaba dentro del vestuario del Real Madrid minutos después del final del partido. Miradas perdidas y ojos enrojecidos, fruto de las lágrimas que jugadores como Reyes o Carlos Suárez habían derramado incluso con el partido en juego. Lágrimas de impotencia y rabia, por haber perdido una oportunidad histórica de devolver al club al olimpo deportivo. 

«Estamos jodidos, como la mierda», reconocían varios de los jugadores, abatidos por la derrota, pero más aún por la forma en que se produjo. Lo habían tenido tan cerca, que llegaron a imaginarlo. «Esto nos va a servir en el futuro. Estoy convencido», apuntaba Carlos Suárez, uno de los más afectados.

Enfrente de él, Felipe Reyes atendía a varios medios rodeado de cámaras. Las palabras le fluían con dificultad, atropellado por las emociones. «Por lo que más lo sentimos es por toda esa gente que ha venido hasta aquí y que ha sufrido con nosotros. Quiero decirles que vamos a luchar por volver a estar aquí de nuevo, luchando por el título».

Palabra de capitán. Junto a él, Slaughter, Draper y Darden, los tres americanos del equipo, ni se meneaban. Sin tanto acoso mediático como el resto, el trío evidenciaba también su compromiso con el escudo del Madrid, abatidos. Sin apenas levantar la mirada del suelo.

Habrá tiempo para levantar el ánimo. Las palabras que Laso les dijo tras la derrota deben ser de efecto retardado. «Perder finales sirve para ganar finales», confesó el técnico a sus pupilos, «jodidos» como él, pero deseosos de comenzar los playoffs de liga para dar una alegría a su afición. Habrá que ver cómo está el hombro de Rudy Fernández para entonces, con hielo ayer, mientras señalaba que estaba muy «orgulloso» de lo que habían hecho. «Hay que estar contentos por llegar hasta aquí y por cómo hemos luchado. Somos un equipo joven al que esto le tiene que servir para crecer. Nos vamos con la cabeza bien alta», reconocía el balear, visiblemente fastidiado, como el resto de sus compañeros.

Fuera, la afición blanca llegada hasta Londres desfilaba silenciosa en medio de la fiesta griega. Les esperaba un viaje largo de regreso sin premio, pero con lágrimas. Unidos en el sentimiento con una plantilla que se ha ganado el corazón de la grada.

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