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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Paloma Chamorro, in memoriam

Paloma Chamorro, in memoriam
Álvaro Alonso el

La muerte de la madrileña Paloma Chamorro, periodista desde los años setenta enlazada a la casa de RTVE, me pilla a un océano de distancia y me ha impresionado. Para unos cuantos entre los que me incluyo “La Edad de Oro” supuso una auténtica revelación. Es cierto que no para todos, pero para algunos así eran los tiempos, era algo natural en los primeros ochenta poder ver esos grupos con el pelo cardado haciendo una música tan especial.

Conseguí estar en el plató de uno de aquellos conciertos. Era el grupo escocés Echo & The Bunnymen por el que tenía a mis diecisiete años bastante devoción. Fue en la sala Morasol una mañana en la que pude ver a la Chamorro sobre el escenario, presentando a Ian McCulloch y al maravilloso Pete de Freitas, tristemente fallecido también. Ay, y pensar que el grupo superventas Coldplay se consideran unos aprendices de los Bunnymen, qué paradoja tan grande, y qué insensatez, el tremendo trago amargo que tuvo que pasar Paloma siendo llevada a los juzgados por ofensas a la religión, cuando lo que representaba el programa y todos aquellos artistas, desde The Sound, Paralisis, Johnny Thunders o Gabinete era una estética de lo más inocente, llena de amor al arte, incluso se puede decir con razón una de las pocas corrientes cercanas a la iconografía religiosa que ha habido en la historia del pop, fuera y dentro de nuestras fronteras.

No hay más que viajar un poco, a lugares como Edimburgo, por ejemplo, con sus cementerios llenos de lápidas cubiertas de musgo, sus iglesias de ladrillo concreto, para entender el regusto por una forma de arte que miraba a la muerte a la cara, sin temerla, como un viaje más. O visitar las calles de Glasgow, con sus peluquerías siempre dispuestas a realizar el corte de pelo más arriesgado. ¿Qué sabría aquellos demandantes del feísmo, del romanticismo, de los veinticinco siglos de historia de la estética en general?

Disfruté tanto de aquel concierto matinal, con mi gabardina y mis chapas, a dos metros de Pete de Freitas, a un metro de Ian McCulloch, cantando “The Killing Moon”, que aún hoy puedo recordarlo con total nitidez, con toda la pureza del vaho que sale de tus pulmones una mañana de enero. Descansa en paz, Paloma.

 

 

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