A estas alturas no acabo de entender cómo Pigmy (Vicente Macia) no copa con sus canciones los 40 principales. Todos los que lo consideramos un clásico del pop español tenemos vocación de mánager con su música, tal es nuestra desesperación por verlo triunfar. Lo último que he pensado es en el sello Universal Music haciendo un recopilatorio de grandes éxitos de Pigmy, recogiendo sus dos trabajos en solitario, el incunable “Miniaturas” de 2007, hasta “Hamsterdam”, su último disco, que bien, vale que sea eso que llamaban en los setenta “conceptual”, pero es una pequeña obra de arte para ser degustada cual caja roja de bombones de Nestlé pieza a pieza.
En tal recopilatorio entrarían canciones de su etapa con Carrots, cuando Vicente Macià cantaba en inglés sus canciones (como el “Sunshine” con el que cerraron el último bis del concierto). Y tendrían cabida esos temas inoxidables, poderosos en su fragilidad pop a veces místico, a veces costumbrista, entre Solera y Vainica doble, montado en un columpio encima de Cat Stevens mientras en los cascos suena una canción de America y en el bolsillo sobresale un disco de Aphrodite´s Child.
El viernes 27 de noviembre Pigmy presentaba “Hamsterdam” en la sala Fotomatón de Madrid, pero el concierto fue mucho más que eso. Juan de Pablos (sí, el mismo) me lo resumió en una frase inacabada: “Esas melodías…” Y es que eso es algo que no tiene todo el mundo, sobre todo en el pop y el rock en castellano. Es muy difícil, siendo aparentemente sencillo. Sonaron canciones del último y canciones de “Miniaturas”, y he de decir que el personal disfrutó sobre todo con la presentación que hicieron con banda muy completa esta vez (Enrique a la batería, Nacho a las teclas, Fran al bajo y Jordi al violín), mientras Pigmy cantaba y tocaba mandolina y guitarra. A mi izquierda, a un metro, Juan de Pablos muy atento, ceremonioso. Con el respeto que este músico se merece. Y la extrañeza de que no sea, a día de hoy, mundialmente conocido. Algo que comparto.
Sonaron “Miento menos”, “Lantana”, “Niño polaroid”, “Minaturas”, “Me enamoré de una perra”, “Martillo al dedo” o “Buscador de oro” entre clavecines, sitar, violines, oukeleles, bajos mágicos, con la voz fina y ajustada como una octava más alta, en un concierto desconcertante en positivo, muy por encima de lo que uno podía esperar. Como para frotarse los ojos y los oídos.
En la recta final se atrevió Pigmy a estrenar dos de sus tres villancicos publicados recientemente (sí, han oído bien: desde Raphael no se veía tamaña osadía en el pop español…). Dos son recreaciones de villancicos populares, “Una pandereta suena” y “La Virgen fue Lavandera”; y el tercero es de su propia cosecha, “Carbón de Azúcar”, un delicado trozo de carbón puesto entre los zapatos para todos aquellos que todavía se están pensando en hacer que Pigmy suene de una vez por todas en los súper y en los ascensores. Os damos una segunda oportunidad, todos nos hemos portado mal alguna vez. Para eso fue inventado el carbón. Grabado en La Capsa por Pigmy y Alex Carretero, en estos sus primeros villancicos suena la flauta de Alexandra Mecinas, Carlos Yoder a la pandereta, Isabel Cervantes a la voz, Ignacio Lois al piano y clavicordio, Enrique Forner a la batería, y Pigmy tocando guitarra acústica, órgano Elka 705, mandolina, bajo, percusión y voz.
Reconozco que esta es la primera vez en mi vida que he podido conversar con Juan de Pablos, hombre de música, estrella de la radio en España y “cimentador de la metafísica de las costumbres musicales”, que diría Kant, de al menos mi generación, y otras cuantas. Otros se equivocan, Juan de Pablos nunca, es infalible. “¡Guerra abierta, fuego a discreción!”.
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