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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Count Basie, el ritmo de la novela negra

Count Basie, el ritmo de la novela negra
Álvaro Alonso el

David Goodis (1917-1967), el escritor de noir maldito entre los malditos, inmortalizó el piano de Basie en las primeras páginas de su novela Senda tenebrosa. En la edición de la editorial Noguer, con epílogo de Javier Coma, puede leerse el siguiente homenaje a Basie al llegar la página 33: “Fumando un cigarrillo se inclinó y comenzó a revisar los álbumes de discos. Cuando llegó a los de Basie, frunció el ceño. Había muchos, los mejores. El mismo Basie que le gustaba. Estaba “Every Tub”, “Swinging the Blues” y “Texas Shuffle”. Estaba también “John´s Idea”, “Lester Leaps in” y “Out the Window”. Echó una mirada por la ventana. Volvió a los discos y resolvió poner “Texas Shuffle”. Recordó que todas las veces que lo había escuchado había tenido la visión de incontables caballos que corrían a gran velocidad por una llanura interminable de Texas. Conectó y puso el disco bajo la púa. Comenzó a girar suavemente, y era muy hermoso. Se avenía al hecho de que tenía un cigarrillo en la boca, estaba mirando ascender el humo y la policía no sabía que estaba allí”.

Al joven Count Basie, nacido el 21 de agosto de 1904 en Red Bank, Nueva Jersey, a media hora de Nueva York, le entusiasmaba el cimatógrafo. Las clases de piano que recibiera de su madre le sirvieron para hacer de suplente en el piano del cine que acompañaba la película muda a ritmo de jazz. Tras encontrar trabajo al piano en la orquesta de Harry Richardson, se traslada a Harlem dos años más tarde donde configura su estilo dentro de la corriente del stride (“salto”, forma de ragtime basada en una alternancia de bajos en los tiempos fuertes y de acordes una octava más arriba en los débiles) iniciada por Thomas Fats Waller y sus Buddis. Fue Fats Waller, maestro del stride de Harlem junto a Art Tatum y James P. Johnson, quien inició a Basie en los secretos del piano y del órgano. Waller (1904-1943) realizaba una utilización total del teclado, un toque nervioso y percusivo y una concepción “orquestal” del piano que Basie va a heredar y superar en gran medida.

En los archivos sonoros de Folkways Records, en particular en el Jazz Vo. 7 dedicado a Nueva York (1922-1934) que tengo sobre el escritorio, rebuscando encuentro el origen de ese sonido “orquestal” del piano. Según Kenneth Bright, desde 1909 Harlem se había convertido en vivienda para una masa que veía la oportunidad de poder alquilar un apartamento en la “tierra prometida”, las calles 37, 40 y 52, huyendo de la jungla de las calles 62 y 63. Tal situación hizo que se produjera una transformación entre la población negra cuyas reuniones dejaron de girar en torno a la iglesia para hacerlo en espacios comunes, una especie de clubes sociales, donde la música era profesional y la combinación ganadora para amenizar las fiestas era la de batería con piano. El estilo al piano resultante fue llamado `Parlor Social´, un producto único del área de Nueva York. El piano asumía los efectos de una orquesta entera lo máximo posible para satisfacer las sesiones de baile. Los coros comenzaron a usarse con más intensidad. Según Bright, “James P. Johnson y Pete Welding eran los grandes hombres en este campo. Y Fats Waller, el “chico del órgano” que desde la calle 134 tocaba en estas fiestas cuando volvía de trabajar en el viejo Lincoln Theatre”. Se estaba gestando un estilo de  música que hoy conocemos como “swing”, gracias a otros pianistas en la misma dirección, como Luis Russell, panameño que llega a Nueva York vía Nueva Orleans, King Oliver, Louis Armstrong, Duke Ellington, Fletcher Henderson o el propio Benny Goodman, una fusión musical que comienza a larvarse con la llegada de la gran depresión de 1929.

Count Basie fue demasiado humilde al hablar de su habilidad al piano: “Nunca he sido muy buen pianista, siempre me he limitado a tocar algunas cosillas al principio para lanzar la orquesta y, a veces, hacer el mismo tipo de cosillas en medio de la pieza”. Esta humildad no es compartida por quienes le conocieron: el guitarrista Freddie Green, uno de los más fieles músicos en la carrera de Basie desde 1937, que formaba con Page y Jones la All American Rhythm Section, creía que “el piano de Basie contribuye al ritmo de la orquesta. Tapa todos los agujeros, siempre me siento a gusto cuando toco con él, porque siempre parece saber lo que hay que tocar, desde un punto de vista rítmico. Count Basie es también el mejor pianista que conozco para calentar a la orquesta y acompañar solistas. Me refiero a la manera en que prepara la entrada de cada solista, incluso al final de sus propios solos. Te abre la puerta”. Esto último, lo de acompañar solistas, será una de sus facetas más celebradas, cuando la orquesta de Count Basie realice exitosas giras en los años cincuenta con estrellas como Frank Sinatra, Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan.

Sin embargo, la magia del piano de Count Basie quedó perfectamente descrita por su descubridor, el gran John Hammond. Basie, que había dejado Harlem para instalarse en Kansas City, andaba asociado al saxofonista Buster Smith en el Reno Club de Kansas. Una noche, el locutor de la emisora durante una retransmisión en directo le hace ver que su nombre, Bill Basie, es muy vulgar, de manera que lo bautiza como “Count” (El Conde). Será casualidad o leyenda, pero tal y como ha manifestado John Hammond fue gracias a aquella retransmisión que escuchó por primera vez el piano de Basie: “No podía dar crédito a mis oídos… Basie había desarrollado un estilo extraordinariamente económico. En pocas notas decía todo lo que Waller y Hines, con una acentuación perfecta, un acorde, una nota; era capaz de estimular a los demás solistas y hacerles llegar a niveles hasta entonces inalcanzables. Entre 1932 y 1936, Count Basie había descubierto la eficacia de la sencillez”. Además de Page y Jones, entre los miembros de aquella orquesta estaban Buck Clayton y Lester Young.

De vuelta a Nueva York en 1936, la orquesta de Count Basie, en la que tenía un papel protagonista además de los mencionados Jimmy Rushing y el arreglista Neil Hefti, entró a tumba abierta en la competición por el trono entre las orquestas de swing de la Gran Manzana con temas de ritmo abrasivo como “One o´clock jump” de julio de 1937. Su técnica al piano tal vez no fuera la de Duke Ellington o la de Earl Fatha Hines, pero el propio Ellington lo consideraba “el pianista de jazz más imitado de la historia”.

“Estaba llegando el disco a su punto culminante cuando ella salió del cuarto de baño y Parry se volvió y la miró. La muchacha le sonrió. “Te gusta Basie”, preguntó. “Hago colección de sus discos. Es decir… hice”. “¿Qué otras cosas te gustan?”. “El gin”. “¿Puro? “Sí. Con un trago de agua a cada tres o cuatro vasos” Ella dejó de sonreír. “Hay algo extraño en eso”, musitó. “¿Algo extraño? ¿En qué?” “A mí también me gusta el gin. Así como a ti. El mismo horario de caza”. Él no respondió. La vio entrar en otra habitación. Terminó el disco y puso otro de Basie: “John´s Idea”. La idea estaba bien encaminada, y la mano derecha de Basie estaba haciendo maravillas en las llaves. Entonces entró ella con una bandeja que contenía dos vasos y dos copitas, una botella de gin y una jarra de agua”.

 

 

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