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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Que treinta años no es nada: Cuatro Rosas de Gabinete Caligari

Que treinta años no es nada: Cuatro Rosas de Gabinete Caligari
Álvaro Alonso el

Como en el tango de Gardel, aunque treinta en vez de veinte. Se cumplen treinta años de la publicación de “Cuatro Rosas” de Gabinete Caligari, una canción que llegó a auparse al puesto 16# en la lista Rolling Stone de 200 mejores canciones del pop-rock español y que sigue siendo hoy día uno de los temas en los que hay un mayor acuerdo acerca de su grandeza. Una grandeza entrañada en el qué y en el cómo.

En el qué de unos versos que podría haber firmado aquel Pedro Salinas que cantaba a la desnudez en La voz a ti debida: “Yo no te quiero así, disfrazada de otra, hija siempre de algo. Te quiero libre, pura, irreductible: tú”. Y, claro, a Bob Dylan, sin cuyos “arpegios y técnica guitarrística”, aprendida por el joven Jaime en casa de su compañero de clase Eugenio Haro Ibars, hubiera sido una canción diferente a como hoy la conocemos.

 En el cómo de una instrumentación compleja, protagonizada, junto a las cristalinas guitarras, por un fliscorno a cargo de José Luis Medrano, músico entonces más dedicado al jazz, que parte en dos la canción para que se desprenda todo el jugo y un sonido de clavecín tras los primeros acordes que el ingeniero Jesús N. Gómez incorpora gracias al sintetizador Prophet V y que hace de contrapunto barroco al aire dylaniano de la canción.

A lo anterior hay que añadir el saxo de Ulises Montero, genio y figura de dimensiones comparables al Clarence Clemons de la E Street Band; la guitarra y voz de Jaime Urrutia, el bajo de Fernando Presas y la versátil batería de Edi Clavo. Además de metales y vientos, de una sofisticación que empasta a las mil maravillas en esta grabación considerada histórica de octubre de 1984.

La canción “Cuatro Rosas” ha envejecido más que bien y aún hoy, treinta años después de que viera la luz en DRO dentro de aquel legendario minielepé de seis canciones, puede ser escuchada con idéntica altura de ánimo. Una canción de las que se suele decir “para enmarcar” y que haría bien el autor en incluir en un apéndice de auto homenaje para la segunda edición de su reciente libro.

En efecto, tengo desde hace días en la mesilla Canciones para enmarcar (Larousse, 2014), el nuevo libro de Jaime Urrutia, el líder de Gabinete Caligari, que en unas cincuenta y seis canciones rinde culto a algunas de las que le marcaron no solo en su niñez y adolescencia, sino también en la edad adulta -por ejemplo el impacto tardío del reggae de Bob Marley- aunando complicidad, sencillez expresiva y generosidad en datos, a la vez que desempolva postales de esos otros compañeros de tripulación que ya no están, como Eduardo Benavente, Carlos Berlanga, Pepe Risi, Poch, y otros que siguen en pie, como Santiago Auserón o Loquillo.

Entre las mejores páginas del libro los recuerdos de cuando se subieron por primera vez a un escenario, Edie, Fernie, Eugenio y él, bajo el nombre de Rigor Mortis, en 1978, para telonear a los Burning en la Facultad de Ciencias de la Información, gracias a que Eduardo Haro Ibars, hermano de Eugenio, era el crítico música de la revista Triunfo y había conseguido de los Burning que les echaran un capote. “Toño, Pepe Risi y Johnny, nos hicieron los coros en una versión que hacíamos de “Simpathy for the Devil”, de los Rolling Stones. ¡Qué tiempos!”

“Avaricia de tus besos. Pereza de vivir sin ti. Y la ira de sentirte lejos, de mí / Lujuria abrasadora, que me hace presagiar, la tristeza más conmovedora, si te vas”. Estos son algunos versos de Eduardo Haro Ibars que fueron convertidos en canción en la cara A de Camino Soria. Y, sí, echo de menos una semblanza más amplia de Eduardo.

Unas preciosas páginas escritas sin prisa, desde la premisa de la autenticidad contra viento y marea, la seña de identidad de este artista único que nos abre en su faceta de escritor, aunque sea un poco, las puertas de su casa y de su corazón a los fans y a los lectores.

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