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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Apología triste de Jason Molina

Apología triste de Jason Molina
Álvaro Alonso el

La muerte en marzo del 2013 a los 39 años de Jason Molina, el alma mater de Songs : Ohia, aquella reinvención en clave post-folk de la música americana que recorrió la década de los años noventa con reconocimiento creciente por parte de la crítica, hasta convertirse en banda estable al inicio del nuevo siglo bajo el nombre de Magnolia Electric Co., en un  formato más eléctrico con el que firmó algunos de los mejores álbumes de eso que se ha venido a llamar “americana” o “alt-country”, la muerte, decía, de Jason Molina, que vino a España en varias ocasiones a tocar en directo allá por 2005, deja un sabor amargo, como sus grandes canciones, canciones que sin embargo incluyen siempre una pequeña luz de esperanza, de remontada de Sísifo desde el fondo oscuro del valle de los tormentos.

Las canciones de Jason Molina son oscuras, obsesivas, en ocasiones espirales que te atrapan hacia un centro como la traicionera corriente de un río, apresando tu cerebro para llevarte hacia el corazón del desasosiego.

Desde la penumbra, se vislumbra siempre en todas ellas una rendija de luz, hacia la que como luciérnagas cegadas por su propia luz va nuestra conciencia desde el fondo más oscuro de los deseos, los sueños, las pesadillas, todo el manual completo de las pasiones.

Sin Jason Molina es difícil imaginar la evolución de la música popular americana en la última década, desde Will Oldham hasta Lambchop, de Sufjan Stevens a Wilco, donde la melancolía, el nihilismo y la depresión se convirtieron en lugar común a la hora de comunicar un nuevo estado de cosas, un nuevo mundo y sus complejidades, visto desde los ojos de quienes habían como Jason nacido en la era post-Kennedy, y para quienes Woodstock no era más que un maravilloso pueblo donde pasar las vacaciones para ver en la plaza tocar de vez en cuando a Bob Dylan.

Es cierto que el dominio de los tiempos largos de Jason Molina recuerda a Neil Young, aunque la capacidad hipnótica de los mejores discos de su carrera es superior a la del canadiense. Deja canciones memorables, como “Love Leaves Its Abusers”,  “It´s Easier Now”, “The Old Black Hen”, “Blue Chicago Moon”, “Farewell Transmissión”, “Just Be Simple” o “Hold On Magnolia”, y elepés que están en lo más alto de lo que ha dado de sí la americana en décadas. Para mí, su mejor época coincide con su colaboración con Steve Albini, que le dio la confianza que a Jason a veces parecía abandonarle. La que va desde el último disco como Songs : Ohia, el fabuloso Didn´t It Rain (2002), hasta el que puede ser considerado su disco más maduro y completo, el primero como Magnolia Electric Co., de título homónimo (2003). Hay joyas escondidas en su primera etapa como Songs : Ohia, sobre todo el disco Axxess & Ace (1999), publicado como todo los de Molina por Secretly Canadian.

En 2013 se publicaba un trabajo en el que participaban más de treinta artistas contemporáneos fans de Jason Molina que en un disco de homenaje a sus canciones realizaron sus versiones bajo el título de Weary Engine Blues: The songs of Jason Molina Graveface, 2013). Entre los músicos, ahí estaban Damien Jurado, Mark Kozelek, Scout Niblett, Will Oldham, The Wave Pictures, Will Johnson o Alasdair Roberts, entre muchos otros. Todos quisieron participar para ayudar a Jason Molina, que necesitaba ayuda en serio.

Pero algo en el interior de Jason Molina estaba completamente roto. Así fue como cuando parecía que superaba por fin sus terribles problemas con el alcohol, que le habían llevado al retiro durante un año en una granja, sucedió lo que parecía inevitable y Jason acabó dejándose ir por una insuficiencia hepática tras un pasote de borrachera, dejando desarmados a amigos y seguidores.

 

 

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