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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Lola de los Kinks, los gritos de una noche de verano

Lola de los Kinks, los gritos de una noche de verano
Álvaro Alonso el

Hay canciones que parecen hechas a la medida de los sueños de una noche de verano, cuando suenan cohetes, en los balcones estallan petardos y entre edificios saludan fuegos artificiales que golpean la retina y se expanden hasta desaparecer y ser reemplazados por otros colores, como los guitarrazos de Ray Davies en el arranque de “Lola”.

“Lola” sonaba en la pista del Rebeca, una pequeña discoteca en los bajos del Sardinero a la que accedíamos sin edad ni una perra en el bolsillo día sí, día no, dependiendo del humor y la concentración de Sammy Davis Jr., que así se apodaba el portero. Con cálculo infinito aguardábamos el momento de mayor despiste de Sammy y allá que íbamos hacia la puerta con determinación, diciendo aquello de “pero si acabamos de salir…”. Negativa, solo un gesto de Sammy era suficiente. A pasar la tarde en el muro comiendo pipas.

Al día siguiente vuelta a la carga, hasta que dimos con la clave. El mejor momento podía ser cuando le rodeaban las chicas, porque se ponía entonces Sammy de muy buen humor, incluso sonreía abiertamente. Probamos aquella tarde a acercarnos con determinación, como siempre, y esta vez, voila! Conseguimos pasar. Dentro, la oscuridad se rompía con las luces de neón que bordeaban las barras y la cabina del disc jockey, en el centro, mirando hacia la pequeña pista de baile. Detrás, a la izquierda, unas gradas de escalones donde sentarse.

La pista estaba a reventar aquella tarde, bailando a Ted Nugent, a Meat Loaf, a The Police, a The Romantics, a Paul Collins´Beat, a Supertramp, a Talkin´Heads, a Ian Duri, y el “Lola” de los Kinks.

Pues pueden haber pasado más de treinta años de aquella noche y sigo recordando las canciones del Rebecca. A veces pienso que recuerdo con más nitidez lo que me pasaba con quince años que lo que me ocurre en el presente siglo. Seguramente no sea el único. Donald Fagen confesaba lo mismo en su reciente biografía Eminent Hipsters. Uf, menos mal. Ese sí es un compañero de aventuras con clase.

“Lola” de los Kinks. Hubo un grupo en los ochenta muy divertido -creo que valenciano- llamado Sade, que se atrevió a hacer una versión en castellano muy conseguida, salvando esas baterías electrónicas octogonales que me siguen poniendo los pelos como escarpias. Pero lo que es la historia del encuentro satisfactorio del protagonista con el travelo estaba reflejado con un hiperrealismo más que meritorio.

Ray Davies, con 70 años, ha dado ya sus dos conciertos programados este verano en nuestro país (en los festivales La Mar de músicas de Cartagena el 20 y en el Heineken Jazz Festival de San Sebastian el 23). Con humor, sarcasmo y generosidad, que hace del ejercicio de nostalgia un momento de gozo compartido al escuchar canciones de tamaña envergadura como las que los Kinks han firmado en toda su carrera.

Aunque tal vez ninguna tan emblemática como “Lola”, tan cachonda, tan enrollada, con ese cambio de ritmo para hacer enloquecer al personal. Es como si Ray Davies se hubiera metido en el pescuezo de Lou Reed por una noche y hubiera vomitado el tema agarrado a una farola saliendo del night club en un oscuro callejón de Nueva York. Aunque puestos a elegir, yo prefiero los gritos del de los Kinks a los de Lou, que en esto del rock and roll no todos han sabido dar los alaridos tan bien como Ray Davies. Con “Lola”, los gritos de una noche de verano.

 

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