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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Boston o de qué hacer cuando a tu hijo de cuatro años le gusta la psicodelia

Boston o de qué hacer cuando a tu hijo de cuatro años le gusta la psicodelia
Álvaro Alonso el

Al principio no le di importancia. “Cuántos discos tienes, papá”, dijo Pablo hace unos meses. Fue la primera vez que hacía mención a una aplastante evidencia, algo que he conseguido que se tome por normalidad a base de diseminarlo en el espacio para que no parezca una obsesión, aunque lo es, claro. Pero hoy he encontrado una variable en tres comentarios suyos, unidos por un mismo cordón. El primero fue un disco CD -en vías de extinción vertiginosas- que sacó con sus dedos finos y delicados de la estantería para enseñármelo después de echarle un nuevo vistazo: “Este disco me encanta”. Mi sorpresa fue mayúscula. Se trataba de Odessey and Oracle (1968), del grupo  británico The Zombies (no confundir con los Zombies de Bernardo Bonezzi). La portada, como bien dan las gracias en el disco, es de Terry Quirk. Y a Pablo “le encanta”.

Meses más tarde, por algún motivo andaba la discografía de los Beatles por lugares accesibles para su mirada -de la que apenas nada sé-, apoyados en el suelo sobre una alfombra. De nuevo, Pablo me sorprende con lo mismo, algo que solo le he oído decir tres veces, por el momento: “Este disco me encanta”. ¿Y a que no aciertan de qué disco se trataba? Ese mismo, el Sgt Pepper´s. El tal vez más famoso collage del siglo XX  (aunque desde luego no el mejor) diseñado por Peter Blake y Jann Haworth.

Hace unos días Pablo merodea por los estantes, y me saca motu proprio otro disco doce pulgadas. Y de nuevo, muy ceremonialmente, como se pone él cuando se trata de emitir un juicio estético, me enseña el disco y dicta sentencia: “Este disco me encanta”. Era demasiado bonito para ser cierto, pienso. Esta vez ha elegido una portada en la que se ve aterrizando una nave espacial con flamantes haces de luz. Sí, un disco del grupo americano Boston, el Don´t Look Back (1978), de cuando America, Kansas, Chicago, etc.. Luego, condescendiente -tiene cuatro años-, acabo poniéndole ese disco cuya portada “le encanta”. Y descubro que, oye, tampoco estaba tan mal aquello de Boston, ahora que ya han pasado años.

Saco de la variable una conclusión final, y es que la mente de un niño de cuatro años tiene una predilección clara por el contraste de colores, la combinación aleatoria de elementos y la ciencia ficción. Como recuerdo que no tengo recuerdo de nada de cuando tenía cuatro años, dejo esto registrado para cuando “de mayor” Pablo vea cuáles eran los primeros discos que según él, “le encantan”. Como los dos primeros son metaclásicos, pongo en el tocadiscos la elección más sorprendente, que es la de Boston. Tras escucharlo, me dijo que le gustaba. Ahí te he visto, Pablo, defendiendo tu elección.

 

 

 

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