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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Quién conoce a Townes Van Zandt

Quién conoce a Townes Van Zandt
Álvaro Alonso el

De Townes Van Zandt sabemos que vivió gran parte de su vida dedicado por entero a sus canciones en lugares recónditos de Nashville, Austin y Colorado, buscando cobijo materno en su austero hogar en las «Blue Ridge Mountains», al abrigo de la nieve lenta entre aullidos de perros y mugir de vacas. Buscaba la serenidad en largos paseos a caballo. Una serenidad que solo pudo encontrar en la última etapa de su vida.

Townes Van Zandt, el trovador de Texas, es un secreto tan bien guardado que hasta la página dedicada a su obra parece haber sido arrancada del libro.

El joven Townes había decidido abandonar el seno familiar, no uno cualquiera, sino el de una de las más antiguas familias petrolíferas de Texas, abandonando el sueño paterno de convertir a su hijo en un buen economista. Todo empezó cuando escuchó por primera vez a Elvis Presley en el show de Ed Sullivan. Y quedó prendado del oropel de chicas, Cadillacs y dinero que podía conseguirse con una voz y una guitarra. Algo desde entonces no dejó de recordarle, como a Truman Capote, cuál iba a ser su látigo. Su vida transcurre como la de un joven errabundo que malgasta el tiempo ensayando con su guitarra mientras estudia en la Universidad de Colorado.

Entonces fue cuando ocurrió algo. Tal vez por su introvertido carácter, Townes se encierra en su apartamento, bebiendo cantidades ingentes de Bali Hai y escuchando a Lightnin´ Hopkins y Hank Williams. Una noche, en una de las fiestas nocturnas, decide sentarse en una ventana y piensa durante un rato en la sensación de dejarse caer desde la cuarta planta. Y cae. Según su amigo el cantante tejano Joe Ely, «Townes era un chico que vivía al límite. No hacía nada por ninguna razón que no fuera escribir otra canción. Él vino a esta tierra para hacer música. Y no le importaba la forma de conseguirlo, él siempre daba cumplida cuenta de ello. Y no le importaba cómo podía afectar a otra gente haciéndolo». Townes fue internado en el hospital de Galveston, en un tratamiento de insulina y electroshock que no consiguió otra cosa que conseguir borrar todo recuerdo de su infancia. La familia decide enviarlo a la Universidad de Houston para que continúe sus estudios.

Sin embargo, Townes acaba de descubrir el álbum de Bob Dylan The Times They Are A-Changin´, lo cual supone ahondar más en su profunda vocación.  Consigue hacerse amigo de dos jóvenes músicos, Guy Clark y Mickey Newbury, acompañantes de Townes en las noches de Houston, una ciudad convertida en La Meca de la música underground a finales de los sesenta. En 1968, Newbury se convierte en el catalizador de los esfuerzos por grabar de Townes Van Zandt, junto a Rex Bell, a quien Townes dedicará una canción, «Rex´s Blues». Según el propio Rex, «él fue uno de los más grandes escritores que hayan vivido nunca. Townes era capaz de adentrarse en la vida como nadie de los que haya podido conocer».

En 1965 se casa con Fran Petters y con su mujer y junto a su hijo John Townes II se mudan a Austin, residiendo en la casa de Roky Erickson, el líder de los legendarios pioneros del rock psicodélico 13Th Floor Elevator´s. Pero habrá que esperar a 1968, cuando con la ayuda de Newbury, Townes viaja a Nashville para grabar su primer disco, For The Sake Of A Song. Acompañado de curtidos músicos de la era de Sam Phillips para la Sun Records, Townes canta sus canciones mientras el resto habla sin prestarle demasiada atención. En esta primera entrega se encuentran ya algunos de sus temas clásicos, como «Waitin´Around To Die» y «Tecumseh Valley». Al año siguiente vuelve al estudio para grabar su segundo álbum, Our Mother The Mountain. Townes parece girar en torno a unas pocas composiciones sobre las que sigue trabajando, de forma que tres de las canciones de su primer disco vuelven a aparecer en el tercero, titulado simplemente Townes Van Zandt.

En 1971 hace un inusual viaje a Nueva York para grabar su siguiente álbum, dedicado al fugaz trío que formara en sus comienzos, llamado The Delta Mamma Boys. El disco, titulado Delta Mamma Blues, contiene por primera y casi única vez una versión de un tema tradicional, «F.F.V.» popularizada por Jimmie Rodgers, uno de los fundadores del country moderno. Entre las nueve restantes composiciones se esconden grandes canciones, como «Tower Song», dedicada a la grandeza y fragilidad del amor.

Pero fue en 1972 cuando Townes compone una de las canciones más sencillamente tristes y perfectas de cuantas se han realizado nunca. La incluye dentro de su antepenúltimo disco, The Late Great Townes Van Zandt, título que refleja hasta qué punto Townes era capaz de reírse amargamente de su propia suerte. Una amiga, la mala suerte, conscientemente buscada. El disco está dedicado a su amigo Jerry Jeff Walker, que lo encontró en coma debido a un cóctel de alcohol y drogas, salvándole la vida. La canción se llamaba «If I Needed You». En este gran disco se encontraba también la canción suya más versioneada, la historia de «Pancho & Lefty», que encandiló a Merle Haggard, Willie Nelson y Emmylou Harris. El disco arranca con una canción que es una enorme ironía, «No Lonesome Tune», o de cómo el alma solitaria con lo que sueña es con poder decir que «tú eres la cosa más dulce que haya encontrado jamás». Es su etapa más creativa, ya que publica en el mismo año 1972 otro de sus monumentales álbumes, High, Low and In Between, donde Townes le dedica a Janis Joplin «To Live Is To Fly», tal vez la canción espejo de lo que fue Townes Van Zant.

Townes volvió a reaparecer en 1978, con su penúltimo disco de estudio, Flyin´ Shoes, grabado en compañía de una plétora de luminarias de la era de Memphis. En 1980 se casa en segundas nupcias con Jeanene Munselle, con quien tendrá dos hijos, William y Katie Bell. Comienza poco a poco el reconocimiento a sus canciones y, por primera vez, una etapa de cierta estabilidad emocional. Casi una década después, volverá a grabar el que fue su último disco, At My Window, aunque existe una grabación posterior titulada No Deeper Blue de 1994. Townes había encontrado, por fin, la serenidad, ahuyentados todos sus demonios personales.

Townes, una tarde temprano de 1997, después de volar desde Europa donde había estado dando un recital en la londinense Charing Cross Road, llegó a duras penas bajo el cielo de Tennessee hasta su casa en Smyrna para morir en la cama sin hacer demasiado ruido, con el sentido del humor con el que siempre combatía las penas, diciendo: «A mí me va a pasar lo mismo que a Hank Williams, y la gente llegará a saber quién he sido solamente después de muerto». Fue un día de año nuevo. Dejaba tras de sí un centenar de canciones grabadas en piedra. Tristes canciones que pueden hacer que vuelvas a sonreír.

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