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Blogs Música para la NASA. por Álvaro Alonso

Eagles, Hotel California

Eagles, Hotel California
Álvaro Alonso el

Hay lugares en los que no hay discos. Ni siquiera Hotel California de los Eagles. Ni libros. He visitado perplejo espacios en los que uno ve todo tipo de objetos, y apenas un pequeño montón de discos y libros entre floreros y velas aromáticas, preguntándome cómo es posible una vida así.

«La donación, el regalo, es entendido como un principio básico universal de la humanidad». De no inventarse un formato nuevo en condiciones para la música popular, estamos corriendo el riesgo de perder una de nuestras principales señas de identidad. Con los libros y los periódicos en papel ocurre otro tanto. De la imprenta hemos pasado a la ciberimprenta, y de ahí al vacío, al horror al vacío. Del infinito al cero solo hay un paso.

Los Eagles y una de esas casas en las que sí había discos, la casa de un chico ordinario de provincias que se llamaba y se llama Quique, no una colección como la de aquel delirante millonario de Miami, coleccionista obsesivo, con más de cien mil referencias, obviamente muchas de ellas sin abrir.

No, más bien una colección modesta de discos manoseados, pinchados una y otra vez hasta incorporarlos a la biografía como particular banda sonora, como algo que podría atravesar las paredes de un salón plagado de sueños de recorrer en coche la Ruta 66 y llegar a otros lugares imaginados, donde otras personas tal vez estuvieran cantando «Mirrors on the ceiling / the pink champagne on ice / And she said `We are all just prisoners here / of our own device´/ And in the master´s chambers / They gathered for the feast / They stab it with their steely knives / But they just can´t kill the beast».

«Hotel California», esa canción que abría el disco de los Eagles de 1976, inventaba sin saberlo a David Lynch antes de Lynch, con su fondo onírico, morboso y a la vez más real que la realidad misma. Buñuel se había adelantado a Don Henley, Glenn Frey, Don Felder y Randy Meisner, al idear el “Hotel California” en su película El Ángel Exterminador, un lugar encantador en el que uno sabe cuando llega pero no cuando podrá salir. En ambos casos la idea de la claustrofobia funciona como un símbolo, aunque no quede claro de qué.

Cruzamos la frontera. En Tijuana las luces de los faroles de colores distraen de la presencia de los nahuales. La canción de los Eagles es el símbolo al otro lado de la frontera de la dicha y la miseria de América. El sueño de los espaldas mojadas se ilumina con los punteos perfectos de las guitarras de Don Felder y Joe Walsh en la parte final de la canción. Más que una invención, para los que sueñan al otro lado de la frontera, para los que cantan eufóricos en «el desierto del salón plagado de sueños», para los que juegan a hacer punteos en el aire con una guitarra que no existe, «Hotel California» es un descubrimiento.

Como decían Steely Dan en su canción «Everything You Did», del Royal Scam  de 1975, «Sube el volumen a los Eagles, los vecinos están escuchando».

 

 

 

 

 

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